viernes, 23 de enero de 2009

LA LECCIÓN DEL HOSPITAL DE KENNEDY *

Podrá nuestra justicia habitualmente inflexible con los débiles, pero vacilante y transigente con los delincuentes peligrosos, ensañarse con la enfermera jefe que hoy aparece como única vinculada a los trágicos sucesos del Hospital de Kennedy. Se podrá penalizar, con tanto o más rigor que un planeado y frío asesinato, esta lamentable falla humana; se podrá estigmatizar y destruir sin proceso justo, como lo hicieron ya los medios de comunicación -que tanto claman por la libertad de prensa- una vida que sepamos, consagrada a un apostolado; se podrá con espectacularidad tratar de acallar a una opinión pública sorprendida y temerosa de la asistencia en nuestros hospitales; pero no se podrá ocultar más la riesgosa práctica de la medicina que caracteriza la atención pública, huérfana de una política juiciosa y responsable por parte del Estado, so pena de perpetuar hechos tan dolorosos como el que por azar le ha correspondido al Hospital de Kennedy.

De poco valdrá la responsabilidad y buena voluntad de quienes trabajan al lado del enfermo, de nada las súplicas de los directores de los hospitales, mientras siga siendo mezquino el reparto presupuestal en el ministerio y en las secretarias de hacienda.

La salud prodigada con ética, definitivamente no es rentable, pero el valor sagrado de la vida humana, obliga y justifica toda inversión que aun a pérdida hagan los gobiernos.

Hechos como los que originan la presente nota tendrán que hacerle entender a los gobernantes, que no es la cantidad, sino la calidad de los casos atendidos la que mide el verdadero impacto de sus programas de salud. No se puede, como a cualquier empresa, exigirle a los hospitales utilidades que sólo se consiguen recortando las nóminas ideales, pagando mal a su personal y restringiendo los gastos por paciente.

Se acepta que un piloto no debe excederse en su jornada, pero a pesar de los estudios que lo demuestran, se hace caso omiso de los riesgos que para el enfermo implica el agotamiento de quienes velan por su vida. Jornadas nocturnas sin descanso, excesiva asignación de pacientes por enfermera, escaso personal médico para enfrentar una demanda numerosa, médicos y enfermeras que para mejorar sus míseros salarios trabajan hasta el cansancio dos jornadas diarias, hospitales sin recursos técnicos, físicos y humanos adecuados, en los que los estudiantes sin experiencia asumen el rol de profesionales graduados porque el personal asistencial es insuficiente, son entre otros los verdaderos hechos que deben llamar la atención de los medios de comunicación, de la justicia, de las autoridades y de quienes se dicen preocupados por la suerte de la comunidad a la que sirven.


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Epistolario periodístico y otros escritos")

* El suceso aquí descrito ocurrió hace catorce años. Una enfermera agotada con la sobrecarga de trabajo confundió dos medicamentos y aplicó a varios recién nacidos una dosis mortal de la droga equivocado. Fue condenada a varios años de cárcel. A pesar de los años transcurridos no se puede decir que la asistencia sea más segura: aún subsiste la sobrecarga asistencial, quizás sea mayor, porque el personal asistencial no ha aumentado en la medida en que ha crecido la población atendida.

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