Si fugaz es el paso por la tierra,
no ha de ser la amargura el motivo que colme los instantes.
La eternidad en la otra orilla espera,
y su antesala no ha de ser el odio sembrado por el hombre.
Si la felicidad es lícita,
y a ella tienen derecho todos los mortales;
si el hombre es sapiens y la conciencia dirige sus acciones,
¿por qué trastoca el orden en pos de malsanas ambiciones?
¿por qué arrebata dichas y siembra desazones?
¿por qué somete y sojuzga a sus iguales?
¿Puede acaso fundarse la dicha en el dolor ajeno?
Esa no era la criatura que Dios quiso poner sobre la tierra:
en el soplo creador una mutación se dio en alma,
y un ser cruel, sin bondad ni amor pobló el planeta.
Luis María murillo Sarmiento MD