jueves, 20 de marzo de 2008

CARTA XVIII: CONFÍO EN TI: NO IMAGINO DAÑO QUE DE TI PROVENGA

Julio 8

Mi amor:

Me basto verte para intuir tu esencia noble. Tus suaves ademanes con otra naturaleza no armonizan. Algo hay en la voz y en el semblante de todo ser humano que delata el verdadero ser y las reales intenciones.

He visto, por ejemplo, en ocasiones, la belleza plasmada en los trazos perfectos de rostros femeninos, que sin embargo no encubren con su fascinación su ánimo perverso.

Presumo que la bondad perfila la belleza hasta convertir en angelical un rostro simplemente hermoso. Tú, dulce ensoñación, tienes ese halo, esas alas blancas y esa aureola que me hacen abandonarme en ti sin desconfianza. No imagino daño que de ti provenga, no al menos intencional o voluntario. Tus manos fueron hechas para sanar, nunca provocarán heridas.

Creo en ti, y no soy hombre crédulo. Soy receloso y olfateo los malos corazones. Los presiento en los rostros adustos negados a la más leve sonrisa, en los semblantes impasibles, que reflejan un alma inconmovible, en quienes intoxican con la amargura que destilan, en los prepotentes que exageran sus virtudes, en los intolerantes con los niños, en los que abominan a los animales, en todo aquél que no tiene humor ni lo permite. Todos ellos algo sórdido esconden en su entraña. La auténtica bondad traduce agrado, ternura, suavidad, jovialidad y mansedumbre.


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Cartas a una amante")

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LA CIRUGÍA EN EL TRATAMIENTO DE LAS INFECCIONES - LOS ABSCESOS

Aunque la infección fue la consecuencia inevitable y fatal de las intervenciones quirúrgicas, también fueron éstas, y desde la antigüedad, el tratamiento empleado en muchos de los procesos infecciosos.

Abscesos pulmonares, pleurales, renales, se trataban en época de Hipócrates (siglos IV y III a. C.), perforando el sitio donde se creía descubrir la colección mayor, aquél en el que primero se secaba un paño húmedo. Paulus de Egira prefería quemar la piel sobre el absceso.

Hasta el siglo XVI se usaron hierros candentes para drenar abscesos pleurales; luego de Paré se utilizaron las incisiones intercostales, sin embargo la muerte acompañaba a muchos de estos procedimientos. Tanto se les temía que el célebre cirujano Dupuytren llegó a preferir para sí, la muerte "por la mano de Dios, antes que por la mano del hombre". La causa era el fenómeno desconocido del neumotórax. Complicación tan misteriosa llevó a vendar las heridas torácicas en la obscuridad para evitar que a ellas llegaran los maleficios que hacían mortal el tratamiento. El "aire venenoso" que en la antigüedad se culpó de la muerte en las heridas del abdomen, también fue responsabilizado de la muerte precipitada por las incisiones en el tórax. Solamente hasta el siglo XIX Hewson demostró que era el neumotórax resultante el que ocasionaba la fatal complicación.

Probablemente fue el doctor Smile en New Hampshire quien primero drenó un absceso sin dolor empleando el éter como disolvente del opio. No fue consciente de su descubrimiento, y sus colegas convencidos de que el efecto era del opio, usado por tantos siglos, lo hicieron desistir de sus ensayos ante el riesgo de una intoxicación mortal.

Con el auge de la cirugía en el siglo XIX, no llegó a haber órgano del cuerpo vedado para los cirujanos, fue así como William McEvern (1848-1924) drenó por primera vez con éxito un absceso cerebral.


BIBLIOGRAFÍA
1. Thorwald Jürgen. El Siglo de los cirujanos. 1a. Ed. Barcelona: Ediciones Destino. 1958: 112, 215, 384 (ilustración), 394, 395, 397
2. Thorwald Jürgen. El Triunfo de la cirugía. 1a. Ed. Barcelona: Ediciones Destino. 1960: 123-134, 320 (ilustración), 347-370


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Del oscurantismo al conocimiento de las enfermedades infecciosas")

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DEFENSA DE UN MINISTRO VALEROSO*

El justificado dolor por el crimen repudiable del joven dirigente de la Unión Patriótica Bernardo Jaramillo Ossa, no debe ingenua o malintencionadamente desvirtuarse con acusaciones temerarias, aprovechadas por los oportunistas anarquistas de izquierda, amigos perennes del desorden y acérrimos enemigos del Estado.

Las desafortunadas declaraciones del ministro Carlos Lemos Simmonds, más por inoportunas que irreales, no pueden convertirse en mancha, cuando apenas ayer ensalzábamos su voz, que igual de franca y valerosa se alzaba contra un parlamento atrapado en la red del narcoterrorismo.

Hacerse eco de las injurias contra un ministro honesto, es confabularse con las mafias, que hoy cobran ese “agravio” y su postura valiente, con un crimen atroz que aprovecha sus malinterpretadas palabras para destruirlo3.

Albergando en su seno hombres sin tacha, a la Unión Patriótica (UP) no son por desgracia ajenos los violentos. Y si aplicáramos a la UP el razonamiento con que hoy atacan al Ministro de Gobierno, la complicidad del Estado en el asesinato de sus miembros, de tiempo atrás por ellos invocada, debería interpretarse como la orden ciega y criminal que día a día enluta a nuestras Fuerzas Armadas. Pero nadie con sentido de justicia dudaría de la probidad de quienes son ahora, del joven partido, sus máximos dirigentes.

Quienes hoy exaltados incurren en desmanes, deberían acoger el ejemplo de quienes no menos adoloridos, pero en paz, condujeron a Luis Carlos Galán a su última morada, porque el comportamiento de los seguidores, ha de ser forjado a la imagen de sus dirigentes.


* Esta nota fue escrita el 23 de marzo de 1990 en defensa de Carlos Lemos Simmonds, Ministro de Gobierno. Se pretendió entonces que unas declaraciones del ministro habían conducido al asesinato del dirigente de la Unión Patriótica. Hoy el entonces Ministerio de Gobierno de Colombia corresponde al Ministerio del Interior y de Justicia. La Unión Patriótica desapareció tras el asesinato de un número enorme de sus militantes. Su carácter de brazo político de las Farc lo hizo objeto de exterminio por fuerzas extremistas y narcotraficantes. En el 2003 falleció Carlos Lemos Simmonds. Había sido durante 9 días presidente de Colombia.

LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Epistolario periodístico y otros escritos")

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AGONÍA

Negras rosas de lacerante vástago
irrumpen en mi pecho estremecido.

Su amargo aroma
al cielo se remonta,
llevando mi congoja:
dolor abismal que en mi mutismo,
tan sólo el Creador advierte,
Él, que conoce la hondura de las almas.

Vacío mi ser
navega por el reino de las sombras,
e incesante un palpitar,
inclemente se niega a detenerse.

En lúgubre vuelo se lleva el dolor,
el encanto de la vida.

Aterradora,
la soledad congela
en mi ser las horas más amargas,
refractarios se tornan mis sentidos
a dichas o dolores corporales,
sólo existe un absoluto abismo,
eterno e insondable
al que mi espíritu
en lenta agonía se precipita.


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Del amor, de la razón y los sentidos")

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INTIMIDAD

Deshojar tu intimidad anhelo
como el alba,
que a la noche arranca
sus cómplices secretos,
apartando los velos
que ocultan sus misterios.

Ansío tu desnudez,
silueta perfecta que imagino
bañada por los rayos de la luna,
pudorosa imagen
tímidamente emergida
de los entretelones de la noche,
silueta juvenil y recatada,
congelada por el pincel del tiempo.

Y tu alma anhelo conocer desprevenida
despojada de toda desconfianza,
desnuda y trasparente,
exquisita fuente de deseo,
refugio apacible de amor y de ternura.


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Poemas de amor y ausencia”)


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