viernes, 4 de noviembre de 2011

ESTE NO ES MI MUNDO - PRÓLOGO


Fiel a los conceptos sagrados inspirados por el dios délfico,dios de la pureza, Luis María Murillo Sarmiento ha dedicado su vida al cumplimiento de su juramento hipocrático. Así juró por Apolo, por Esculapio, por Higía y por Panacea y por todos los dioses y diosas, que cumpliría su misión de médico: “Si cumplo con este juramento y no lo violo, que pueda gozar de mi vida y de mi arte, honrado por la fama entre todos los hombres por todo el porvenir; pero si lo rompo y he jurado en falso, que lo opuesto sea mi suerte”. Será la historia de la medicina contemporánea la que haga perdurable su entrega y dedicación a la práctica de su especialidad en Ginecología y Obstetricia.

Protagonista y testigo de más de tres décadas de medicina colombiana, Luis María, afirma en la introducción a su obra "La deshumanización de la salud": contar con el privilegio de “haber visto desde primera fila sus transformaciones profundas e impensadas, y contar con el abatimiento y las satisfacciones que se sienten al ejercer el noble arte de aliviar y de curar”.

Infatigable en el desempeño de su profesión,Luis María recorre todavía los senderos de su disciplina, hoy,como nunca antes, controvertidos y discutidos, y lo hace con pureza y humildad, como le enseñó su padre, Luis María Murillo Quinche, pionero de la represión biológica de las plagas, iniciador en 1927 de la Entomología Económica en Colombia, y fundador del Servicio de Sanidad Vegetal en el País. En honor suyo, escribió y publicó: Del oscurantismo al conocimiento de las enfermedades infecciosas, obra que dedicó: “A mis progenitores, artífices de mi devoción, a la historia y a la ciencia”.

No es entonces arrogante describir su noble existencia como la de un fiel pupilo de los grandes maestros griegos. Sócrates, maestro de Platón, quien a su vez fue el maestro de Aristóteles, debió haber sido el docente que en otros tiempos, cuando Luis María transitaba en años luz los caminos que lo conducirían hacia su vida terrenal, colocó en su ruta la estrella de su destino profesional.

Con Sócrates, y para ungirlo con el símbolo de la poesía, el periodismo y la investigación científica, sus otros talentos, Mnemosina preparó su memoria, Calíope, su perfil épico, Clío, su historia, Euterpe, el lirismo de sus versos, Melpómene, la tragedia de su tiempo futuro, Terpsícore, la música de sus rimas y Erato, el amoroso latir de las campanas de su alma. ¡Ah! Y no faltaron a su nacencia de siglos, las Gracias. Ellas quisieron acompañarlo y bautizarlo en el amanecer de un día de 1956, cuando posó su planta de viajero sideral en tierra bogotana.

No es imaginación mía. Estoy convencido del origen divino de toda criatura humana, confirmado en nuestra fe cristiana: Somos Hijos de Dios, hechos a su imagen y semejanza. Creyente fiel del dogma, también lo soy de la sabiduría del Creador como Poeta del Universo mismo, inspirador de nuestros sentimientos. De Él heredamos esa fuerza que debemos llamar sobrenatural, que nos asiste en nuestra gesta intelectual.

Hombre de contrastes y rarezas, Luis María lo es en el sentido estricto del significado de la palabra Poeta. Amigo sin condiciones ni exigencias, su afecto y sencillez raya en la candidez y la ingenuidad de un niño que aún no sabe pretender ser grande. Su timidez es de estrella que parpadea en el azul de su reino, sin nubes, pretende no ser visto. Su fuego interior, estalla en palabras justas y medidas, precisas en el halago, y creativas en el análisis que hace de la vida y obra de sus colegas. Lo hace con sabiduría de campesino viejo, modesto y justo. Es Poeta, no de aprendizaje casual de nuestro idioma. Lo es por ser estudioso formal de sus raíces y su estricta consonancia con los dictados académicos que señalan su pureza. De ello da prueba su prolífica obra literaria.

Cómo no viajar entonces por el escenario de sus fantasías de bardo sumergido en el dulce y provocador escenario de Paola en “Nuestra Primera Cita”, cuando sus labios estamparon en su mejilla un beso y él se halló buscando manantiales de esperanza.“Cartas a una Amante" (2004).

Cómo no viajar sus senderos de “Amor y ausencia”, esos que trazó en su poemario del mismo nombre, para dejar “Mis nostalgias y mis sueños” (…) “Bajo el arrollador influjo del amor…la realidad pierde su esencia (…)

Cómo no dar paso a la Razón y el sentimiento, "Intermezzo poético" (2008): “A mis hijos, la savia de mi vida”, “(…) cuando las fl ores cuides en mi camposanto / su fragancia exhalará mi aliento / para que sepas, hijo / que desde el cielo / por ti sigo velando”.

Cómo no perderse en los laberintos "Del Amor, de la razón y los sentidos" (1997), “para delectación de un paisaje, goce de un tono melodioso, placer de una caricia (…) dicha de un corazón que del amor se embriaga, elación de un pensamiento que afirma la razón".
Cómo no cuestionar a la muerte “Que por igual redime y entristece”, “Seguiré viviendo” (2007), y sentir que se es “ligero,como con alas volando al infinito… ¡Si muero… mis razones seguirán viviendo!”

Cómo no leer y releer su “Epistolario periodístico y otros escritos”,dedicado a “Luis David y Juan Felipe, maravillosa prolongación de mi existencia", obra en la que ejerce, en sus propias palabras:“El derecho inalienable a la opinión, íntima vocación personal y tradición de mis ancestros, (…) como testimonio del ambiente aún propicio a la difusión de las ideas (…) lúcido en la búsqueda de la verdad y altivo al expresar la exquisita rebeldía de la razón (…)”.

Cómo no abrir un nuevo capítulo y titularlo, en límpida consonancia con su trayectoria médica y literaria, ESTE NO ES MI MUNDO. No siendo el planeta Tierra la última parada de nuestra gran jornada de viajeros del tiempo, error sería considerarnos dueños suyos. No lo somos. Luis María Murillo lo interpreta así. Él cumple solamente con el deber que le impusieron los dioses en aquel instante de su concepción parnasiana, cuando asistido por las Gracias, emprendió el viaje que lo condujo a la estación Tierra, la más pequeña y pasajera de todas las estaciones de la vida, antes de emprender nuevamente el viaje de su continuidad y regreso a su origen.

"Este no es mi mundo", es el poemario más profundo y razonado de la vena poética de su autor. En su breve pero inmenso contenido filosófico, Luis María define al "Hombre mortal y trascendente"; cuestiona, "¿Dónde están las almas nobles que partieron de la tierra? ¿Por qué están tristes quienes este cuerpo miran? ¿Por qué hay tristeza ante esta masa inerte? ¿Por qué sufren cual si la vida de un soplo se apagara?"; explica el vehículo de su tránsito terrenal; quiere quitarle años a la vida; sueña "que se erija la paz entre los hombres"; lo ve como señor y esclavo; y cree que el tiempo de la hoz y del martillo quedó atrás, que todo es soberbia inane, apariencias y gozos solapados.

Nombro así algunos de los poemas de esta obra que otros escritores interpretan en las páginas de introducción y comentarios que se publica en esta primera edición del poemario citado.

Mi objetivo principal como su Editor, es ser universal en la presentación de la obra de Luis María. Dueño de un espíritu definido por él mismo, como reflexivo, sus creaciones “disciernen, critican y entran en controversia en defensa de sus propios valores, de un ideal, de una verdad, de un criterio moral, de un pensamiento”.

Consciente de ello, y para consagrar su pluma de médico y poeta, viajero del tiempo, "Este no es mi mundo" incluye la presentación gráfica descriptiva de la obra completa publicada por Luis María.

La lógica de su filosofía y la veracidad de sus afirmaciones, siempre presentes en su extensa obra literaria, siguen siendo oportunas y aplicables a la actual condición humana. “Mientras el hombre ignore el infinito que lo rodea, no tiene derecho a despojarse de Dios, y cuando sea dueño de la sabiduría que encierra ese infinito, entonces tendrá seguridad de Dios”.

Existen suficientes razones para considerar la sabiduría de esta manifestación de Luis María Murillo Sarmiento.Resume su sentido de paz y armonía para la humanidad y lo convierte en un hombre sabio y prudente que merece la perpetuidad de su credo.

JOSEPH BEROLO


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