sábado, 6 de septiembre de 2008

EL ÚLTIMO PRÓLOGO

Todo en mi es pasado, poco o nada queda por vivir. Todo pertenece a los recuerdos, los hechos de hoy y del mañana. El futuro que queda lo escribiré en pasado porque ya tiene punto final el libro de mi vida. Evocar es mi destino; todo el tiempo está dispuesto para ello, y sin afanes. No tiene que pasar mi vida en un instante, tampoco toda tiene que desfilar ante mis ojos. Dosificada por mi memoria transcurre lentamente, enlentecida por las reflexiones que siempre la asaltaron. Porque reflexiones y pensamientos, más que hechos, fueron los que entretejieron la trama de mi vida.
No sé cuantos días le queden al péndulo de mi existencia, pero esta hospitalización tiene el sabor de una solemne despedida. Si me hubiera apresurado hubiera publicado mis memorias, pero siempre me interesó más escribir del mundo que de mis propias cosas. Pero quedan mis notas para quienes después de haber muerto quieran conocerme. No detallan lo material, ni dicen dónde nací, con quién crecí... ni el lugar, ni la hora de mi muerte. En cambio desnudan mis ideas, la auténtica fuente para saber quién fui. Porque el hombre es lo que piensa; y lo que piensa, lo que le sobrevive.
De todas formas mi mente briosa no comprende que un cuerpo escuálido y vencido la arrastre en su pendiente. Por eso la fuerza de mi pluma aún no se extingue, y sigue dando frutos al vaivén del ánimo de mis postreros días, azuzada por ideas propias del pensamiento de los moribundos. Y mientras baja el telón, se seguirá inspirando en los asuntos de siempre, en hechos cotidianos, en los recuerdos y las divagaciones, y hasta en los sueños que intentan conocer el rostro de la muerte.

LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Seguiré viviendo")

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NUESTRO TRÁNSITO CAÓTICO *

Mientras los cargos en la administración pública se sigan constituyendo en fortín con que se halaga al amigo o se pagan vergonzosas "contraprestaciones" políticas, sólo por azar podremos encontrar funcionarios idóneos en las dependencias del gobierno.

La saciedad de esas insanas ansias de poder, solamente dejan gestiones estériles, producto del desconocimiento y el desinterés por los problemas de la comunidad, y de la ausencia de conocimientos técnicos que provean las soluciones.

Bogotá, fiel reflejo de los males del país, padece entre sus muchas dolencias el caos vial más aterrador de su historia, generado en gran medida por la actitud negligente de las autoridades.

Con la idea del reciclaje, se arrasan grandes tramos de pavimento de importantes avenidas y con indolencia se causa daño a los vehículos y se prolongan por meses innecesarias congestiones.

A la Secretaria de Tránsito ha llegado un experto en trasportes con la intención de agilizar el tráfico. Desde ya podemos intuir que no lo logrará. No cuando a un problema tan complejo contribuye el desinterés de los agentes de tránsito, incapaces de controlar el instinto contraventor y criminal de tantos conductores de buses y camiones; y más cuando ellos mismos infringen las normas que deben hacer respetar y crean inimaginables obstrucciones como las de la autopista norte, con los lentísimos cortejos fúnebres que ahora encabezados por los mismos patrulleros se toman el más veloz de los carriles.

Si el Secretario no conoce ni a sus mismos subalternos, ¿cómo podría con su concurso implantar los correctivos?

Más fructíferos probablemente serían en los cargos públicos ciudadanos comunes que al menos conocen y padecen el caos de una ciudad intolerable y anárquica.


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Epistolario periodístico y otros escritos")

* Quince años después de publicada esta epístola en el diario colombiano El Espectador (agosto 3 de 1993, pág. 4A) los hechos referidos no han perdido actualidad. Sigue por ejemplo candente el tema del clientelismo político, el de la movilidad en Bogotá llegó a su punto más crítico, y hoy como ayer se siguen reparando con lentitud desesperante vías que no justifican costosos arreglos, mientras las más destrozadas siguen marginadas del mantenimiento necesario. Resulta de Perogrullo afirmar que la historia siempre se repite.



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