viernes, 26 de septiembre de 2008

LAS VICISITUDES DEL QUEHACER MÉDICO*

Los reiterados juicios sobre la responsabilidad médica en la asistencia pública con frecuencia conducen a afirmaciones ligeras que fundadas presumiblemente más en el desconocimiento que en la mala intención, van socavando en forma imperceptible la relación médico paciente y destruyendo la armonía que debe existir entre el cuerpo médico y la comunidad.

Lejos de ser un quehacer infalible, la medicina a pesar de su prodigioso desarrollo tiene fracasos y genera complicaciones que son desafortunadamente explotadas por el sensacionalismo periodístico, en ocasiones por el ánimo demagógico de las autoridades y no pocas veces por quienes pretenden obtener del médico beneficios materiales.

Entristece y desmotiva al médico honesto, prudente y responsable que el ejercicio de un apostolado pueda transmutarse en una labor riesgosa que conculca sus derechos. Que desproveído de las garantías consagradas para sus pacientes, se vea abocado a la adquisición de enfermedades que no pocas veces conducen a la muerte, o que se vea afrontando como criminal los estrados judiciales por servir abnegadamente a instituciones que como muchas de las del estado carecen de los recursos para ofrecer una asistencia médica segura.

No debe perder la comunidad la confianza en quienes deposita el cuidado del preciado don de la existencia, tampoco aquéllos deben defraudarla, ni debe el Estado abandonar al médico a una atención con míseros recursos, que le niega los medios para aplicar su ciencia y lo aboca a una práctica censurada por sus propias leyes.

La labor silenciosa tantas veces angustiante y siempre humanitaria es la que en mente debe prevalecer del médico, profundo conocedor de los problemas sociales de su entorno, pero absurdamente alejado de las decisiones gubernamentales que rigen la salud.

LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Epistolario periodístico y otros escritos")

* Estas reflexiones que me asaltaban hace 15 años y que fueron publicadas en el diario colombiano “El Espectador” (diciembre 6 de 1993, pág. 4A), no dejan de ser válidas a pesar del tiempo transcurrido

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