viernes, 13 de febrero de 2009

LA ESTERILIZACIÓN

Comprendidos los fenómenos que precipitaban la infección postoperatoria, se entendió la importancia de proveer para las cirugías unos instrumentos libres de microbios. En un principio las heridas únicamente podían ser manipuladas con elementos tratados con fenol o con agua hirviente. Más adelante Koch demostró que aquél no era tan eficaz y que entre los antisépticos eran verdaderamente útiles la tintura de yodo, el sublimado y el alcohol, sustancias que desafortunadamente deterioraban el instrumental quirúrgico. Presentó entonces como alternativa a la desinfección química predominante, un método nuevo, el vapor de agua, efectivo también contra las esporas. El mundo siguió sus enseñanzas.

En pos de la esterilización el ingenio del hombre recorrió muchos caminos. En Francia, Terrier creó el esterilizador a vapor. En Alemania, Bergmann y Schimmelbusch contribuyeron con técnicas asépticas que trascendieron hasta los quirófanos actuales. Downes y Blunt en 1877 demostraron la acción de la luz solar sobre el líquido putrescible. Nuevos estudios a principios del siglo siguiente hallarían en la franja ultravioleta de aquélla energía la explicación de su poder germicida. Con resultados variable Prochownick y Spaeth en 1890 y Beattie y Lewis en 1920 experimentaron con diversas corrientes eléctricas; y Rieder en 1902 utilizó los rayos X consiguiendo la destrucción del vibrión colérico. Bruynoghe y Dubois en 1925 expusieron la leptospira al radium atenuando su patogenicidad, pero sin destruirla. También las ondas sonoras de alta frecuencia fueron objeto de experimentación por Wood y Loonis en 1927; pero más elemental y eficaz seguía siendo el calor, tal como había sido confirmado desde 1881 por Koch, Wolffnüsel, Gaffky y Löefler. Aún Spallanzani en el siglo XVIII había ya demostrado la destrucción de protozoos mediante la ebullición. Más efectivo que el seco, resultaba el calor húmedo; y más la esterilización a presión que en condiciones atmosféricas.
Ácidos y álcalis (Kröning y Paul 1897), sales (Ficker 1898), jabones y detergentes, alcoholes y ésteres (Epstein 1897), fenoles, colorantes y aceites, yodo, sales de mercurio, agua oxigenada y derivados del alquitrán de hulla como substitutos del ácido fénico, radiaciones ionizantes y ultravioleta, desinfectantes clorados, compuestos de yodo y difenoles, terminarían por engrosar la lista de los desinfectantes utilizados; pocos en realidad llegarían a perdurar.


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LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Del oscurantismo al conocimiento de las enfermedades infecciosas")

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