miércoles, 18 de marzo de 2009

HACIA LA RECTIFICACIÓN DE LAS POLÍTICAS EN SALUD *

Tanto preocupa la situación de la salud y de los médicos en Colombia, que muchos comenzamos a pensar si abstraídos por el quehacer científico de nuestra profesión no estamos siendo negligentes con otras responsabilidades de las que nos hemos dejado despojar, poseídos por la apatía que produce la actividad política y el ejercicio del poder, únicos medios en Colombia para influir en la vida de la nación.

Las siguientes líneas son reflexiones que por estos días obsesionan a los profesionales de la salud ante medidas que sin suficiente análisis se tomaron en el gobierno anterior.

No debió imaginar en sus postrimerías la administración Gaviria, que al reglamentar mediante el decreto 973 del 13 de mayo de 1994 la ley 100 en lo atinente a las incompatibilidades e inhabilidades del personal de la salud, iba a generar una crisis como la que ya comienzan a sentir en todo el país las instituciones hospitalarias.

Sin proponérselo, y sólo por desconocimiento del sector, la norma que prohíbe al médico trabajar más de 8 horas con el estado, so pena de destitución y multa de hasta 200 salarios mínimos, está propiciando la renuncia masiva de los médicos. No debe por tanto interpretarlo la opinión pública como el motín concertado por un gremio que por cierto nunca ha sido unido, sino tan sólo como el fiel acatamiento de una ley paradójicamente anarquizante.

Poco dado el médico por razones éticas incuestionables a movimientos por reivindicaciones salariales tan acostumbrados en otras profesiones, imperceptiblemente se fue acostumbrando a exceder su ritmo de trabajo para conseguir con dos sueldos y con extenuantes jornadas dominicales o nocturnas un sustento digno, inferior sin embargo al de una buena secretaria ejecutiva.

Dispuestos a acatar la norma los profesionales de la medicina han comenzado por renunciar al puesto menos favorable; y a solicitar, asediados por sus obligaciones, una retribución justa para sus únicas ocho horas de trabajo. Y más que la crisis individual del médico, cabeza de familia, comienza a sentirse la crisis de las instituciones hospitalarias que con presupuestos miserables no encuentran personal de salud que puedan contratar, no sólo por sus bajos sueldos, sino porque en su mayoría, las condiciones de trabajo son agotadoras, y la falta de elementos o la tecnología precaria causa pánico a quienes saben la responsabilidad con que deben brindar la asistencia a los enfermos.

Quienes vimos con preocupación las decisiones tomadas desde un ministerio de salud ajeno al quehacer cotidiano de nuestra medicina, advertimos las consecuencias que esta particular medida habría de propiciar. Hoy cuando los hechos confirman los temores, alcanzamos también a intuir que de este trance que no previó el gobierno, podrán surgir las medidas que enderecen la sanidad de la nación, si en verdad se quiere resolver la situación de una manera responsable.

El manejo de la salud pública dejó de ser problema de los médicos desde que se alejó a sus más sabios conocedores de la formulación de sus políticas, desde que se proscribió al médico de la cartera de salud, hoy por fín en mejores manos. Dejó de ser hasta de los directores de hospitales y secretarios de salud, en actitud siempre mendicante, en pos de presupuestos que siempre han sido esquivos. La crisis de nuestro sistema de salud, crisis primordial de presupuesto, exige la acción inmediata de nuestro presidente y del Ministerio de Hacienda. Es hora de que la nación entera sepa si ese ministerio está dispuesto a responder por la salud de tantos colombianos.

Leyes y decretos deben propiciar una medicina racional y responsable. Es definitivamente sano que el médico no abuse de su jornada laboral, que justamente remunerado no tenga que exceder su capacidad física en la consecución de su sustento, que sus pacientes no tengan que padecer las consecuencias, ni los errores involuntarios de su agotamiento, que disponga de tiempo para cumplir sus obligaciones familiares. Es saludable que las instituciones de salud dejen de ser entes deshumanizados que manejan cifras, ufanándose más de las estadísticas que de la calidad en la atención de los pacientes. Es provechoso que a la masificación de la asistencia la substituya la personalización de la atención, que el enfermo deje de ser un número de historia, un desconocido con una dolencia física para quien la institución programa diez o quince minutos con su médico y vuelva a recibir de quien lo atiende el tiempo, la dedicación y la simpatía de quien también puede velar por la salud del alma. Es bueno que el estado se asesore de quienes a diario palpamos la realidad de la salud, es bueno que comprenda que la asistencia, con excepciones, no es buena ni responsable, y está mal planificada, porque con frecuencia se desborda la capacidad de sus hospitales, porque los recursos son escasos, porque el personal médico es insuficiente. Es bueno que el médico vuelva a reencontrarse con el amor a su profesión y no tenga que alejarse a otras actividades en busca de un sustento digno. Es importante que del trabajo del médico sólo se beneficien él y su paciente y no intermediarios con ánimo de lucro.

No hace falta voluntad a quienes aferrados a nuestro apostolado estamos dispuestos a colaborarle a un gobierno que ha manifestado su sensibilidad por lo social. Dispongámonos entonces a buscar conjuntamente una solución definitiva al sector de la salud en esta crisis. Comencemos en este país violento por rescatar la vida, prodigándoles a los colombianos la atención integral y responsable que la constitución les garantiza.


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Epistolario periodístico y otros escritos")

* Esta columna fue escrita el 3 de octubre de 1994 a raíz de la aplicación de una norma que impedía a los empleados públicos trabajar más de ocho horas con el Estado, La crisis que precipitó en el sector de la salud finalmente se resolvió con una ley que amplió a doce horas la vinculación de los médicos con el Estado. Por lo demás buena parte de los males denunciados persisten.

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