martes, 15 de enero de 2008

CARTA III: NUESTRA PRIMERA CITA

Junio 3

Querida Paola:

Estoy feliz de haberte conocido. Temí que no llegaras a la cita.

Te ves tan diferente sin el uniforme elegante que exige tu trabajo, pero tan hermosa y tierna como siempre. ¡Qué agradable eres! Tu sencillez y la bondad con la que hablas me tienen conmovido. Nunca creí que nos hermanaran las mismas desventuras. Gracias por revelarme cosas tan privadas de tu vida. Gracias por abrir tu corazón a mis desdichas.

Tus facciones tan suaves y tranquilas me habían hecho pensar que todo en tu vida era armonía. ¡Qué iba a imaginar tu pecho desgarrado y tus penurias! Mas no hay mal que dure eternamente. Tengo la certeza de que tu vida tendrá un cambio favorable. En tus virtudes puedo adivinarlo.

Me regocijó oírte hablar del amor tan animadamente, sin cohibiciones, sin prejuicios, con libertad y convicción rotunda. Parecía que mi pensamiento rondaba por tu boca. ¡Qué comunión tan exquisita! En busca del amor somos audaces. Lo dices tú y yo lo ratifico, el matrimonio nos entregó del amor sólo migajas. Ha de encontrase en otros manantiales, y olvidando prejuicios nos tocará buscarlo.

Llegué al encuentro ayer como un desconocido; cuando tomé tu mano al partir, no me sentía un extraño; cuando tus labios, como en una posdata de la despedida, volvieron para estampar en mi mejilla un beso, tuve la sensación de que no era la primera vez que te tenía tan cerca.

Siento que de siempre te conozco.

Sé que el nuevo día me dará el placer de salir contigo nuevamente. Sólo dime la hora, paso a recogerte.


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Cartas a una amante")

VER SIGUIENTE CARTA

CARTA II: ESTA NOTA SÍ ME ATREVO A ENVIARLA

Junio 1

Paolita:

Me fascina sorprenderte cuando me estás mirando, porque ya tus ojos no huyen de los míos. Cautivadoramente parpadean invitando a que te atrape. Mas no sólo invita tu mirada, hay una sonrisa entre tímida y coqueta que advierte que te encanta el juego. Todo es subliminal, discreto, para los demás por completo imperceptible. No es mi imaginación, estoy seguro.

Algo hay que me atrae, algo en esas miradas me emociona: el presentimiento de que únicamente a mí me las regalas.

He resuelto deslizar a tus manos esta nota, pidiendo que me des la opción de conocerte. Si mis apreciaciones se equivocan, al leerla muéstrame el ceño fruncido para que toda ilusión se desvanezca.


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Cartas a una amante")

VER SIGUIENTE CARTA

CARTAS A UNA AMANTE - PRÓLOGO


No es común encontrar en la profesión médica la sensibilidad propia del artista. El hecho, quizá, de estar en perma­nente contacto con la vida y la muerte, pero no en el senti­do sublime y hermoso que la poesía conlleva, sino en su presentación más animal y biológica, hace que entre los hijos de Asclepios y Galeno nazca, por razones inherentes a tan noble oficio, una visión técnica, racional y, si se quiere, fría, de lo que es el hombre y su ciclo vital. Sin embargo, cuando en algún médico brota la vena artística, y en parti­cular la poética, sucede lo que sucede con la flor del cac­tus: nace en medio de la aridez y las carencias pero es bella, con esa belleza natural y arrogante que brinda el contraste y la rareza.
El doctor Luis María Murillo se atreve a desnudar su alma por medio de las cartas a una amante. A medida que se leen estas epístolas cargadas de sentimientos y ternuras, de pasiones y mezclas de amores y desamores, se adentra el lector, sin proponérselo, en un océano de vivencias enmar­cadas por la sinceridad y la soberbia de un corazón que ama. También se experimenta la sensación de ser un espec­tador silente de un drama que es común a muchos seres humanos de este mundo moderno y urbano en que nos tocó vivir. Aunque el amor es eterno, sus manifestaciones cambian con el entorno, y es allí donde Luis María Murillo encuentra el escenario perfecto para llevarnos de la mano, con ingenuidad y sin prisa, a un paseo por el sendero del amor y sus esguinces.

Se leen las cartas a una amante con la perplejidad del niño, con la seriedad del adulto y con la sensación de inventario del anciano. Desfilan en las cartas los sentimientos del autor, matizados con la belleza secuencial de una relación marcada por la espontaneidad y los difíciles recodos del amor en proceso de creación. Es tajante el autor en su sen­timiento y es dubitativo en sus decisiones. Tal cual el amor: se sabe que existe, pero se ignora su destino. Como una borrasca en alta mar: se sienten sus coletazos pero se des­conocen sus consecuencias.
Así, sencillamente, Luis María Murillo nos lleva de la mano a mostrarnos sus sentimientos y nos deja solos para que tomemos con libertad, sin juicios ni veleidades inquisidoras, la posición que ante su amor profundo queramos, en razón de nuestras propias vivencias y nuestras ocultas vicisitudes.


DAVID VÁSQUEZ AWAD.

VER ÍNDICE
VER PRIMERA CARTA

HAGA CLICK AQUI PARA VER TODA LA OBRA