miércoles, 30 de abril de 2008

CARTA XXIII: MIS MOTIVOS

Julio 18

Mi amor:

Hace mucho que mi infidelidad ha sido proclamada. Así que no te sientas culpable de acabar con una relación que había muerto cuando tú llegaste. Antes que se sorprendiera contigo mi mirada, ya le había anunciado a ella que me volvería infiel, hastiado de su enojo.

Su mal humor constante me lanza a los brazos de una amante. Y en mi desilusión comprendo a todos aquellos hombres frustrados por mujeres con corazón de piedra, y consiento no sólo sus amantes sino sus picardías galantes. Claro que aquellas cortesanas que acarician por dinero pueden ser más amorosas que las fieras que acechan en la intimidad de los hogares.

Conozco mis debilidades y el influjo seductor de las mujeres, pero creo que brazos más amorosos de mi debilidad me hubieran apartado. No fue así, y por el contrario, me abocaron a la determinación que estoy tomando.

Son los ambientes propicios los que el amante aprovecha como el delincuente. Son las circunstancias favorables las que hacen aflorar comportamientos que de otra forma permanecerían latentes.

Presiento que tu comprensión y tus caricias alejarán de mí la necesidad de continuar buscando las virtudes que en aquélla mujer jamás hallé y llenarán el vacío que me precipitó complacido al mundo de la infidelidad.


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Cartas a una amante")

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RECLAMO DE UN NIÑO PORDIOSERO

No quise madre
el soplo de vida que me diste.
No quise ser de tus placeres
incómodo accidente.
Todo hubiese querido
si con amor me hubieses engendrado.

No quise ser el ser con quien compartes
el plato del alimento que no tienes.
No quise ser un niño sin sueños ni ilusiones…
el limosnero de la esquina,
astroso y maloliente.

Añoré los juguetes que no tuve,
tu abrigo y tu cuidado,
los estudios…
el tiempo que no me dedicaste.

¡Qué escasa dicha ofrece
la vida en la miseria!

Otro ha de ser el mundo de la infancia,
distinto de mi mundo de tristeza.
Un sueño lúdico de risas y de afecto,
al calor de unos padres protectores.
Un regazo maternal que desvanezca
los verdugones del juego,
la fiebre y los dolores.
El abono que nutra la semilla
de una existencia digna;
ejemplo paternal en que se mire
la vida que se está formando.

No son los hijos para la soledad remedio,
muñecos que curen el hastío,
mendigos que entreguen sus limosnas
a los mayores que deberían cuidarlos,
criaturas forzadas al trabajo,
siervos rendidos por las labores diarias.

Es preciosa la vida
que tan fácil puede plantar el hombre.
Al mundo viene para ser servida,
ajena al sacrifico de padres sin ventura,
aguardando una estrella prodigiosa
y confiando en la previsión de sus autores.

Porque los amo, hijos,
sin haber nacido,
no los traeré a mi mundo
para ofrecerles nada.

LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Intermezzo poético – Razón y sentimiento")

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viernes, 25 de abril de 2008

AL MORRO QUE ADORNA LA BAHÍA

Simbólico vigía de la ciudad
fundada por Bastidas*.
Pétrea mole incrustada en la bahía,
como rancio testigo de la historia.

Presenciaste, espectador enhiesto y silencioso,
la comunión del indio con Seinekan** -la Tierra-,
la adoración del sol y de la luna en los ocasos:
cortejos del atardecer
salpicados en el mar cual pinceladas.

Divisaste por tu flanco los navíos
de los íberos cegados por el oro;
los viste anclar, desembarcar,
y retornar con un botín:
el filón del nativo en su baúles

Fuiste antaño –en la Colonia-
el cerrojo de “La Perla del Caribe***”:
a tu puerta debieron tocar los bergantines.
Fuiste también prisión y fortaleza;
de la rada, fortín y batería.

Oteaste a su paso los bajeles
que inquietaron las aguas sosegadas,
y debiste presentir con su llegada
el anuncio de la tromba de la muerte****.
Mas no existe opresión que dure eternamente
y pudo más la libertad que los horrores.

Y viste atravesar hacia su tumba
la frágil humanidad de un héroe victorioso,
también él -“Genio de América*****”-
debió decirte adiós con su mirada:
melancólica emoción de un hombre en agonía.

En ese devenir
de trances y proezas
eres memoria fiel y cautelosa,
escrutas y te observan,
pero impasible y reservado,
a nadie cuentas la historia
que se otea desde tu palco.

Hoy tranquilo y libre de nostalgias
eres faro, islote y centinela,
el anfitrión que invita a la bahía.
La típica estampa de postal:
ícono que con el sol encumbrado del cenit
se baña en el azul vivificante,
y en los anocheceres emerge
-como sombra chinesca- de las aguas,
proyectando sobre el mar
su giba inconfundible.


* Santa Marta, puerto colombiano sobre el mar Caribe.
** Nombre que dan los Arhuacos a la Madre Tierra.
*** “Perla de América” se llamó a Santa Marta por el comercio de perlas que allí
hubo
**** Pablo Morillo, conocido como “El Pacificador” tras desembarcar en Santa Marta implantó en la Nueva Granada el “Régimen del Terror” para contener la sublevación patriota.
***** Simón Bolívar.

LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Intermezzo poético – Razón y sentimiento")

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AMOR PATERNO

En tu sueño,
plácido y profundo me detengo,
contemplando el soplo prodigioso que te anima,
y veo la réplica perfecta de un hombre en miniatura,
una brizna que mueve los corazones pétreos,
una enorme pequeñez que agita sentimientos tiernos.

Eres la prolongación de mi existencia,
y sin embargo en nada te pareces:
menudo y frágil
contrastas con mi imagen recia;
incontaminado y puro,
distas de mi savia contagiada.

Eres un suspiro sublime
que debiera durar eternamente.
Mas no basta el sentimiento
para que este instante feliz nunca termine:
los años pasarán sin que se paralice el tiempo.

Hoy cuido tu sueño,
embebido, absorto,
imaginando de adulto
tu rostro y tus facciones,
proyectando a tu sino la mejor estrella,
hilvanando tu vida a mi vida
sin barreras de tiempo ni de espacio.

Mañana serás tú
quien me sientas quebradizo y frágil,
pero obsesionado aún con tu ventura.
Y cuando las flores cuides en mi camposanto,
su fragancia exhalará mi aliento,
para que sepas hijo,
que desde el cielo,
por ti sigo velando.


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Intermezzo poético – Razón y sentimiento")

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INTERMEZZO POÉTICO - ÍNDICE

Prólogo
Al morro que adorna la bahía
Amor paterno
Antecedí tus pasos
Así he de amarte
Coloquio con las parcas
Con el odio tu felicidad huyó despavorida
Decrepitud
Descanso interminable
Eres como ninguna
Ese es el hombre
Hijo
Hombre, esencia minúscula y gigante
La esperanza de amar nunca sucumbe
Levedad
Los prodigios del poema
Mi pensamiento, un grito que subleva
Para poder vivir: un fin inalcanzable
Patria
Reclamo de un niño pordiosero
Si quieres ser mi amante
Soy alma yerta

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lunes, 21 de abril de 2008

INTERMEZZO POÉTICO - PRÓLOGO

Oscar Wilde decía con razón que era más fácil hablar de las cosas que hacerlas. Sin embargo Luis María Murillo, primero amigo entrañable y después colega, me puso en la difícil pero a la vez honrosa tarea de presentar su poemario “Intermezzo poético: Razón y sentimiento”.

Desnuda el poeta Murillo en su obra diferentes facetas del amor y del querer. En “Al morro que adorna la bahía” se aprecia el amor por su país. El amor filial lo describe elocuentemente en “Amor paterno” y el amor apasionado, que sin razón proyecta el sentimiento, se acopla en “Así he de amarte”. Se descubre con el amor ingrato, y con una dosis de amargura prepara una pócima titulada “Con el odio tu felicidad huyó despavorida”.

La poesía de Luis María Murillo surge sonora como la luz del día, reflejando su esencia espiritual que se plasma en las palabras como sonido elemental del contenido divino y humano de las cosas. Su poesía tiene la rara grandeza de transformar su universo real en un mundo de ilusiones trascendentales a través del embrujo soñador de sus versos.

Porque lo conozco desde la niñez, sin temor a equivocarme puedo decir que Luis María Murillo ha sido recio en la decisión de la amistad, radical en la fe de sus ideas, amante de la ciencia y la verdad, y que ha hecho de su profesión un acto de fe y de su vida un ejemplo para las generaciones futuras.


Fernando Raffán Sanabria.

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viernes, 18 de abril de 2008

JOAQUÍN Y JOSÉ, ENTRE PÍCAROS Y FILOSÓFICOS

–El término tiene, Joaquín, variadas acepciones. Creo que se prostituye todo aquéllo que adultera o degrada su fin en pos de un interés que le es ajeno. El sexo como proveedor de placer pervierte su finalidad cuando se aparta de la satisfacción de los deseos carnales. Por eso me arriesgo a afirmar que actúan como las meretrices, las mujeres que se entregan al marido por obligación y sin placer alguno.

–¡Qué sofisma! Una tergiversación magnífica en que la virtuosa termina siendo menos que la arpía. La llamaré la hipótesis de la esposa-prostituta.
–Más bien diría una paradoja formidable, porque el argumento no es mentira.
–Habrá quienes lo nieguen, pero yo lo acepto. De por sí me irritan las mujeres que no se deleitan con lo carnal, y lo practican. Es un engaño que las prostitutas jamás gozan el sexo; de pronto las entretiene más que a las casadas.
–Volviendo al tema –dijo José–, la mala fama la cargan las que a cambio de marido tienen clientes, pero de tiempo inmemorial la mujer se ha ofrecido al hombre con tal que la sostenga.
–Por milenios las casadas han encontrado techo y comida como pago a sus favores.
–Aún hoy las mujeres sin medios para sostenerse se prostituyen en el matrimonio.
–¡Algo tiene de burdel la sagrada institución del matrimonio!

Allí estaban Joaquín y José poniendo a la moral en aprietos, haciéndola sonrojar como en sus años mozos. Porque tratándose de insolencias, nadie para alentar a José como Joaquín. Cuando los dos se juntaban todo era cuestionable, las verdades vacilaban, la irreverencia campeaba, se esfumaba lo absoluto Era la sinergia de sus pensamientos en un complot contra lo establecido. Era la antípoda de los encuentros con el cura Javier, marcados por la contradicción y la prudencia. Cuando José sentía llegar a Joaquín se relajaba, se olvidaba de la formalidad y se disponía a lidiar y a gozar con lo mundano. Pero si Joaquín bajaba a José del olimpo de su compostura, José forzaba a Joaquín a ponerle seso a sus intervenciones.

–La mujer cohibida por la sociedad –siguió José–, ha sido alentada por opciones que atentan contra su dignidad. Es reconfortante que cada día haya más mujeres profesionales, dueñas de su destino, que no tienen que aceptar una unión en inferioridad de condiciones.
–Aun a costa de nuestras conquistas –se lamentó Joaquín–, porque una mujer necesitada es una presa fácil.
–Si nos oyeran dirían que somos cínicos.
–Cínicos y machistas –sentenció Joaquín.
–Sin embargo, no las estamos infamando. Venderse fue para la mujer un mecanismo de defensa, una estrategia para sobrevivir.
–¡Están exoneradas! No culpamos a las mujeres porque tengan que vivir del hombre. Hasta inconsciente ha de ser esa costumbre.
–Qué usen su sexualidad para atraparnos me parece un juego delicioso –sentenció José–; que lo aceptemos a sabiendas de que lo hacen por necesidad y con disgusto, parece reprobable.
–Gústenos o no, ellas siempre podrán compensar la desigualdad con sus encantos. ¡Déjalas que se valgan de nuestra debilidad incapaz de resistir sus atractivos! No dirás que las feministas te pusieron de su lado.
–Ellas son el otro extremo del cordel, y el menos agradable. Son mujeres en pugna permanente. Arrasaron con la feminidad y el arquetipo tierno. Yo, Joaquín, defiendo el derecho de la mujer a la igualdad, pero en armonía permanente con el hombre, nunca la rivalidad entre lo sexos.
–Pues yo me erizo al verlas. Como alguien dijera comparando al hombre con su perro, entre más feministas conozco, más quiero a las rameras.

José alcanzó a intranquilizarse. Inspeccionó su alrededor y comprobó que estaban solos. No le hubiera gustado que se oyera tamaño despropósito, aunque a decir verdad, algo en ese parecer lo divertía.

Joaquín siguió:
–En serio, más devoción siento por ellas, que por esos engendros seudofemeninos que le muestran al hombre animosidad y repulsión. Las prostitutas al menos nos muestran simpatía. ¡Qué pesar!, porque las feministas hasta fenotipo femenino tienen; algunas hasta mujeres me parecen.
–Tu mordacidad da cuenta del punto al que conduce tan tonto enfrentamiento. Esos movimientos crean un contrapunteo contraproducente con el hombre. Yo no acepto que las conquistas deban verse como cuestión de género. Bastantes méritos tienen las mujeres para andar mendigando unos derechos. Quien es digno de un reconocimiento debe recibirlo sin importar su sexo. Pero las feministas sueñan con cómodas conquistas, asegurando cuotas exclusivas en empresas y en corporaciones públicas para eludir su concurso con el hombre, cual si las mujeres no fueran competentes. Los privilegios entre iguales a más de absurdos son odiosos. Si en verdad creemos que son iguales el hombre y la mujer, lo que tenemos que imponer es la justicia, y no unas cuotas que toman en consideración los genitales.
–A las feministas no hay logro que las sacie. Y como no faltan los pusilánimes que les siguen la corriente, habrás de ver que tanta contemplación con la mujer, dizque discriminada, llevará a los hombres a un estado más lamentable que el que vivieron ellas cuando de verdad estuvieron sojuzgadas.

El descuido en la afirmación fue imperceptible, pero lo hizo enmudecer cuando se percató de su imprudencia. Era que apenas se estaba acostumbrando al cáncer de su amigo, y su extroversión no llegaba al extremo de involucrar el tema entre sus ligerezas. Pero si no hubiera sido por su mutismo, José se hubiera quedado sin advertir el lapsus.

–Claro que nada habré de ver –dijo José con la certeza de que la validez de esa premonición no la confirmaría.

Los diálogos con los años poco habían cambiado, ni el envejecimiento ni la enfermedad habían apartado a la mujer y a la sensualidad del centro de sus conversaciones. Aún quedaba un remanente importante de los ímpetus de la juventud, que los hacía persistir entre pícaros y filosóficos en la temática de siempre. Se regocijaban con la evocación de sus mejores experiencias, el plato fuerte de Joaquín; o teorizando y formulando hipótesis, la empresa predilecta de José.

–¿Qué pasaría si el placer no fuera la finalidad del sexo? –le preguntó José, al reanudar la charla.
–Que se arruinarían nuestros razonamientos.
–No me parece. Si así fuera, hace mucho se hubieran arruinado. Con todo lo que lo pondero, el placer apenas le sirve al sexo de carnada. Su verdadero propósito es multiplicar la especie. Porque si la reproducción fuera tarea sacrificada, la humanidad desde Adán se habría extinguido. El placer es inherente al sexo para que no se niegue la humanidad a perpetuarse.
–A buena hora el hombre desentrañó los misterios de la reproducción, le «hizo conejo» a la maternidad y siguió usando el placer en su provecho.
–¿No te parece una paradoja formidable: la genialidad del hombre al servicio del «despreciable instinto»?
–Nadie sabe para quien trabaja.
–Mucho trecho va del hombre primitivo al hombre culto. De aquél que copulaba por placer, sin imaginar que estaba procreando, al que posee el conocimiento para planificar su descendencia.
–Un decir apenas –afirmó Joaquín–, si nos atenemos a tanto embarazo indeseado.
–Increíble que los adelantos de la planificación no se aprovechen. Definitivamente los que engendran sin querer en poco se diferencian de las bestias.

LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Seguiré viviendo")

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SIEMPRE TE VOY A AMAR

Siempre de te voy a amar,
porque siempre serás inalcanzable,
porque sólo en sueños
disfruto de tus labios,
porque sólo en mi delirio
te anidas en mis brazos.

¡Siempre te voy a amar!

Siempre te voy a amar,
porque nunca habrá convivencia
que rompa “nuestro idilio”,
porque no nos impondrá la vida
sus cargas agobiantes,
libres somos
- de celos extenuantes -
y leales.

¡Siempre te voy a amar!

Siempre te voy a amar,
porque sólo anhelo protegerte,
porque soy capaz de amar
sin demandar un pago,
porque no me ata más lazo
que el afecto,
que permite feliz el sacrificio.

¡Siempre te voy a amar!


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Poemas de amor y ausencia”)

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A MIS JÓVENES COLEGAS *

Al terminar el Internado, se abre a vuestros pies un futuro que adivino formidable. Formidable en cuanto sembréis y propaguéis la semilla de un apostolado que es más que la restitución de la salud perdida, porque vuestra estatura impone en la sociedad ejemplo y liderazgo.

Que el amor por vuestra profesión jamás se extinga, ni vuestros pasos se aparten nunca del precioso encargo de preservar todas las expresiones de la vida humana; que vuestro entendimiento siempre esté ávido por conocer y aplicar los avances de la ciencia, y vuestro corazón pletórico de amor para tratar al paciente con humanidad y diligencia, y para actuar siempre con distinción y cortesía.

Que vuestra conciencia albergue eternamente la sabiduría para proceder con valor, con lealtad y con justicia, para inculcar a la sociedad y a la familia esos valores que hoy necesitamos tanto.

Que vuestra trayectoria esté surcada de grandeza para que grande sea el destino de esta noble tierra, porque en vuestras manos, jóvenes colegas, está también la dignidad y la vida de la patria.


* Por varios años el autor del blog fue jefe de Educación Médica y del Departamento de Investigación y Docencia del Hospital Central de la Policía Nacional de Colombia. Estas palabras fueron pronunciadas en la clausura del Internado Rotatorio del Hospital el 11 de junio de 1991.

LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Epistolario periodístico y otros escritos")

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viernes, 11 de abril de 2008

CARTA XXII: QUE LAS SOMBRAS DE LA INFIDELIDAD NO NOS PERTURBEN

Julio 15

Mi amor:

Donde haya luz siempre habrá sombras, y donde asome la felicidad, temores. No podemos ignorar que los sentimientos son más efímeros que nuestra vida a pesar de nuestras buenas e infructuosas intenciones.

Muchas veces he afirmado que la monogamia no está escrita en los genes de la especie humana; que instituirla ha sido probablemente un disparate. Más con matrimonios que se fraguan para siempre. La poligamia o la monogamia cambiando de pareja son soluciones sociales a la infidelidad del hombre. Practicar la fidelidad es un tormento cuando el amor se ha ido. Que la traición acecha, he pensado en medio de la soledad y del despecho. Hoy que me vuelvo a ilusionar con el amor quisiera no pensar en ello. ¡Es imposible!

Cuando se inicia una relación hermosa quisiera que fuera para siempre, mas el amor a la voluntad no se doblega. ¡Mísero destino! Nadie ama porque la voluntad lo mande. La voluntad puede perpetuar una relación pero nunca un sentimiento. Y contra lo que dictan los cánones sociales, me opongo a que por la fuerza se mantenga una unión sin la chispa del afecto.

Víctimas somos del mandato natural que rige los sentidos, por ello no condeno a quien sucumbe a esa ley natural que involuntariamente lleva a la apatía por el ser que un día se quiso, más aún, que aviva simultáneamente el interés por otro. Una vez saturados los sentidos, pierden interés por el estímulo que los excita, por eso una criatura inédita embelesa. Habré de dosificar el placer que me prodigas para que siempre algo nuevo perciban mis sentidos.

¿Qué seguridad puedo ofrecerte?, preguntas con el sobresalto de quien vacila en emprender una aventura. Y solamente atino a contestarte que tantas como tú a mí puedas brindarme. No somos nosotros quienes guiamos al amor, sino él, el que a su antojo nos gobierna. Sólo actuemos con honestidad, sin el deseo de hacer o hacernos daño, así nunca habremos de sentir reproche.

Las promesas del enamorado son auténticas, pero no eternas como su juramento las proclama. No tienen más existencia que el amor que las inspira.

¿Pero no debemos, por ello, albergar siquiera una esperanza? ¿Por qué no disfrutar la dicha del presente si el futuro se nos presenta incierto?

Razón tienes al dudar del sentimiento que te atrae a mis brazos. Al fin y al cabo renuncio para amarte a otra relación, que en algún momento creí maravillosa. Hoy eres favorecida por mi infidelidad, no pensemos que mañana puedas por ella ser sacrificada. Mis palabras son sinceras, mi motivación honrada y mi corazón tan sólo alberga buenos sentimientos.

El temor a ser herido impide afectos profundos; genera desconfianza. Podría ser mejor para mí una relación superficial que nada arriesga. No lo anhelo así, por ti corro el peligro. En materia de infidelidad puede por igual ser uno víctima o verdugo.

No presientas que es menos mi cariño porque mis palabras rehuyen al amor eterno que juran los amantes. Con la mitad de mis años sería con ingenuidad perjuro, pues a ti me hubiera ofrecido para siempre. Con los que hoy me colman, por experiencia, únicamente te ofrezco con honestidad mi presente, y mi deseo porque la dicha pueda indefinidamente prolongarse.


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Cartas a una amante")

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POR TEMOR A LA MUERTE SE AMA LA VIDA

Con la enfermedad llegó el momento de las confrontaciones, de saber si la muerte era la misma presentida en la distancia que vista cara a cara. En medio de su aplomo, José vivía momentos de inquietud. La incertidumbre del trance y la eventualidad del más allá incitaban su curiosidad. La desaparición de la vida como si fuera un bien intrascendente ya no lo conmovía.

«No aborrecí la vida, tampoco afirmo que la amaba». Y era verdad; por ser un bien impuesto siempre la cuestionó. «No me agrada que el individuo nazca sin intervención de su voluntad, y menos que cuando ha aceptado la existencia y se ha acostumbrado a vivir, se le arrebate la vida de forma inexorable. Cómo me hubiera gustado expresar mi anuencia de venir al mundo». No le encontraba sentido a llegar a la vida porque sí, a la fuerza, sin proyectos; a buscar una razón a la existencia; a improvisar estrategias para soportarla y a obrar como un sobreviviente. Sopesaba la hostilidad y las dificultades, las tristezas y los sacrificios, y los hallaba desproporcionados frente a los gozos y las satisfacciones. «¡Y sin embargo la gente se aferra a la existencia!». Coligió que era más por el temor a la muerte que por amar la vida. Él en cambio se ufanaba de que con el mismo ánimo que aceptó la vida, se sometía a morir. «A la parca la incorporé a mi mundo, la armonicé con mis afectos y la volví mi aliada. La percibí como una fuerza redentora en los momentos de dificultad y hastío». La sentía una puerta de escape, un último recurso que lo volvía altivo en la dificultad, porque le permitía burlarse de la vida hostil. Pero no era más que especular, porque de antemano sabía que nunca de esa alternativa se valdría.

Dedujo que si la vida, el bien preciado, desaparecía como un desecho, ningún capital menor que ella merecía un mayor esfuerzo. Que si la vida no era trascendente, nada podía serlo en este mundo. Luego no debía sacrificar su vida por en pos de desmedidas ambiciones terrenales. Y fue coherente: ni poder ni fortuna fueron objeto de sus sacrificios. Abolió los esfuerzos estériles; se volvió enemigo de las normas impuestas por los mismos hombres para desagrado de sus semejantes; anatematizó los mandatos sin bondad evidente y suplicio manifiesto; buscó la satisfacción de sus sentidos; y se olvidó de tantos cuidados con su cuerpo. Asumió comportamientos de riesgo bajo la concepción de que el mayor costo era apenas adelantar la muerte.

De manera que fue la pugna con la muerte la que le enseñó a vivir, la que le simplificó el arte difícil de existir. Sin descuidar sus principios dio vía libre a sus deseos, se hizo proclive al placer, pero sin asentarlo en el perjuicio ajeno. Ahora a punto de morir pensaba que muchas satisfacciones inmateriales fueron trascendentes, pues eran en su último viaje su único equipaje. «Me marcho con la dicha de la gratitud y el amor que me profesan, reconocimiento enorme a actitudes sencillas, a palabras amables, a gestos considerados, tan elementales que nunca creí que se tasaran tanto».

Eleonora advertía esa serenidad: «Mi papá hace ver sencillo el proceso de la muerte. El dominio de sí mismo y su impavidez desconcertante hacen pensar que nada ocurre». «Hija, cuando la muerte llega en el momento justo se la está aguardando; no tiene razón el sobresalto». Aunque era cierto el argumento, en el caso de José se había anunciado en un momento vital de su existencia, no era el momento justo por lo tanto. Haber tenido cada día una reflexión sobre la muerte hasta convertirla en parte de la vida, era el auténtico motivo de su serenidad. «Morir es cuestión de tiempo, y se puede morir hasta sin haber nacido», solía afirmar resaltando su carácter natural y perentorio. Haber peleado desde joven contra ella ahora le servía para aceptarla. Y así fue con la vida, con ella también libró duras contiendas. La disfrutó, pese a considerarla una carga insoportable. «El nacimiento es la primera contrariedad del hombre, que tiene que inventarse una razón que le quite el tedio por la vida, y paradójicamente es el pavor a la muerte la razón buscada. Por temerla, el hombre se somete a existir, sin importar las circunstancias». Pero su ánimo alegre y sibarita desdecía sus expresiones, más aplicables a los demás mortales; pues en él parecían apenas el producto pasajero de sus desencantos. Pretextos para vivir los tuvo siempre; fueron sus pensamientos, el mundo que criticaba –que le daba en abundancia motivos a su pluma– y fue su hija. Nunca fue la muerte. Con razón decía Piedad: «Convencido como está de que el destino es contrario a nuestras pretensiones, para retrasar su llegada siempre dice que la está aguardando».


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Seguiré viviendo")

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BUSCO EN VANO EL SENTIDO DE LA VIDA

Un final que aterra
obliga al hombre a desear la vida
y a perseguir motivos
que justifiquen su gozo y su tristeza.

Tras el fin real de mi existencia
busco incesante el sentido de la vida,
no ideales que finjan trascendencia,
ni simples motivos para seguir viviendo

No concibo la vida un accidente
sin razón y por inercia mantenido,
que se agota en la búsqueda
de un mísero mendrugo.

¡Busco incesante el sentido de la vida!

¿Qué finalidad tiene la vida?
¿Expiar acaso un pasado sin memoria?
¿Abrazar el sufrimiento
persiguiendo en la perpetuidad
la incierta recompensa?
¿Aferrarse a la esperanza
que con la felicidad nos ilusiona?
¿Entregar a los sentidos
el goce de placeres terrenales?
¿Será tan sólo la guarda de la especie?

¡Busco escéptico el sentido de la vida!

¿Podrá ser el amor,
entrega pura y generosa
que del Calvario baja
hasta perderse en pétreos corazones?
¿Acaso la fuerza enceguecedora del poder,
en que se forjan perversas ambiciones?.
¿Podrá ser la floración del pensamiento?
¿La busca de la perfección inalcanzable?
¿La contemplación filosófica del mundo?
¿El conocimiento científico
que al universo arrebata
sus íntimos secretos?,
¿La desprevenida búsqueda de Dios?
¿La prejuiciosa que todo sataniza?

¡Busco en vano el sentido de la vida!

¿Es el hombre un destino trashumante
sin memoria del tiempo y del espacio?
¿Una esencia surgida de la nada?
¿Una voluntad desestimada
sembrada sin querer en un mundo,
que abandonará también
sin desearlo?

¿Si es efímera la vida,
qué sentido tienen tantos esfuerzos
burlados por la muerte?
¿Qué trascendencia tiene
toda expresión que se esfuma con el tiempo?
¡Oh tránsito inútil por la tierra!
que ni siquiera deja la certeza
de esa eternidad que alivia la partida.

¡Busqué en vano el sentido de la vida!


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Del amor, de la razón y los sentidos")

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viernes, 4 de abril de 2008

CARTA XXI: LA INFIDELIDAD SÍ ES MI TEMA PREDILECTO

Julio 13

Mi vida:

Has encontrado a alguien que no teme hablar de la infidelidad con desparpajo y que además la practica sin sonrojo.

No rehuyo el tema, gozo cuando de los cuernos tomo al toro. De la infidelidad me gusta hablar con franqueza, con naturalidad y sin temores. Sin el repudio social que la condena... en público. Pues a la humanidad la subyuga la apariencia, se interesa más por lo visible, más que por lo que es, por lo que ostenta. Descubrir su doblez es mi deleite. Prefiero la verdad amarga al halagador engaño, el anonimato al prestigio mal habido.

Para suplicio de los hombres imprimió el Creador en la condición humana dos impulsos poderosos y contradictorios en extremo. Los celos y la infidelidad, presentes simultáneamente. Cuida el uno con intransigencia su dominio, codicia el otro las conquistas que prohíbe. Un instinto establece para sí las ventajas que el otro convierte en impedimentos para la pareja. Si de justicia supiera el corazón humano, el infiel silenciaría sus celos y el celoso exhibiría una fidelidad acrisolada.

Controlar las tentaciones puede ser tan difícil como controlar los celos. El destino ha sido conmigo compasivo. No soy un amante posesivo, soy por desgracia, en cambio, dependiente. Tan dependiente como para tolerar la infidelidad de mi pareja, mientras no deje su afecto de irradiarme.

No podemos exigir fidelidad a nuestra especie, escrita está la infidelidad en sus genes. También la mujer es proclive a lo prohibido. Más reprimida, más discreta. Producto seguramente de los siglos de sometimiento por el hombre

La fidelidad hace caso omiso a los dictados de la razón, de la moral y la justicia, y en toda relación está latente. Tiene sus reglas, para ocultarse, para adaptarse, para existir sin que se note. Mas no por ella debe mantenerse la pareja en tormentosa incertidumbre. Quien sabe disfrutar el amor vive el momento, no se arropa con la duda del engaño, vive y deja vivir en libertad: la mejor medicina para que el amor perviva. Y mide no en términos de fidelidad, sino de afecto y solidaridad la magnitud del compromiso.

No he sido el amante usual que a la vez disfruta dos manjares. No amo a dos mujeres, no amo a una mientras deseo a la otra. He sido infiel porque mantengo un matrimonio necesario en la práctica pero afectivamente inútil, mientras busco el amor en la distancia. Que no juzguen mi infidelidad con ligereza.

Y a quienes por otros motivos son infieles, los absuelvo; al fin y al cabo no inventaron ellos el amor, los genes, las hormonas, el instinto, ni la atracción entre los sexos, son apenas esclavos de su influjo.


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Cartas a una amante")

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CARTA XX: CUENTA CONMIGO EN TUS APUROS

Julio 11

Mi amor:

Conozco tus graves aprietos económicos, sé que son más serios de lo que tú escasamente cuentas. Tu mamá no ha podido ocultármelos más tiempo.

Sé que son tres los arriendos que debes, que Alfredo dejó de cumplir sus obligaciones con los niños, que el colegio los expulsará si no pagan la pensión que viene y que en la tienda ya no tienes crédito expedito.

Tu mamá me explicó que no rechazas mi oferta por orgullo sino por temor a que la deuda quede sin pagarse. Si así fuera, tampoco me preocupa. Presiento que no tienes más opción que consentir mi ayuda.

¡Indiferente no puedo ser a tus angustias! ¿Cómo puedo ser insensible a tus aprietos? Aunque los recursos sean escasos, mi firme decisión es apoyarte. A tu servicio pongo mis medios para solucionar tu crisis.

¿Si hemos de compartir intimidad y afectos, que impedimento habría en compartir dinero?. Así que he dejado con tu mamá algunos pesos que aliviarán las cargas. Reclámaselos y dales el destino más propicio.


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Cartas a una amante")

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LA SÍFILIS

Considerada una enfermedad pecaminosa nacida del placer, no generó como otras compasión, sino que condujo, por el contrario, a la deshonra a quienes la padecieron. Europa como América negaron ser la fuente de la infección, y aún hoy, su origen geográfico sigue siendo incierto. Las lesiones sifilíticas en fósiles americanos anteriores a la llegada de Colón cuentan a favor de su origen en el Nuevo Mundo, pero no falta quien sostenga que fue sólo en Europa, bajo la influencia de un clima y de un medio ambiente diferente que la sífilis se volvió venérea.

Durante 1495 la sífilis comenzó a propagarse por Europa. En la campaña de Carlos VIII de Francia contra Nápoles, la sífilis apareció como epidemia. La enfermedad se difundió durante el Renacimiento y miles de muertes provocó en Europa durante los siglos XV y XVI.

Europa culpó a América de la llegada de la Sífilis. Se dijo que los soldados españoles que con Gonzalo de Córdoba y en defensa de Nápoles había enviado la corona, difundieron la enfermedad. También se cuenta como cierto, acaso para inculpar al Nuevo Mundo, que los marinos de Colón en el primer viaje adquirieron de los indios una enfermedad ulcerativa genital que curaba aparentemente sola. Según esa versión los hombres de Colón la transmitieron en España, de allí pasó a Nápoles, de Nápoles a toda Europa y de Europa a China, a la India y al mundo entero.

Expulsadas de Nápoles las más hermosas y jóvenes mujeres con el pretexto de la hambruna por el sitio, los franceses las recibieron con tanto amor y desenfreno que pronto todos se vieron cubiertos por la roséola sifilítica. Terminada la expedición se disolvieron los ejércitos, esparciendo la enfermedad por todas partes. Cada país le daba el nombre del vecino de donde procedía; enfermedad de Nápoles la llamaban los franceses, enfermedad de los franceses decían los alemanes, de enfermedad alemana la tildaban los polacos y como enfermedad polaca fue en Rusia conocida.

Perfectamente un centenar de nombres recibió la enfermedad. Sin embargo los dos nombres que trascendieron la historia fueron dados casi simultáneamente por Jacob de Bethencourt que la denominó lúes venérea (mal venéreo), y por el veronés Girolamo Fracastoro quien en un poema aparecido en 1530, dio cuenta de Sifilos, pastor griego quien pagó con la enfermedad su insolencia con el dios Helios, al construir en la montaña altares prohibidos. En 1546 el mismo Fracastoro escribía sobre su origen: “la sífilis no es causada por una sombra misteriosa o miasma, ni tampoco por humores obstruidos, sino por algún tipo de semilla”. Semillas pequeñas e invisibles que se propagaban de una a otra persona produciendo la enfermedad. Y postuló tres mecanismos para el contagio de la sífilis, por contacto directo, a través de vestidos y sábanas, y a distancia.

La enfermedad la padecieron pobres, ricos, genios, nobles, plebeyos y hasta reyes. La sufrieron Carlos VIII, quien murió de sífilis en 1498, Carlos V, Enrique VIII, Felipe II, Alejandro VI y Julio II. Pero hipócritamente el mundo se avergonzaba de la enfermedad. Hubo leyes que le prohibieron a los enfermos el trato con el resto del mundo. Erasmo por ejemplo propuso la castración como medida punitiva contra los cónyuges enfermos. Pensar que a él la sífilis le fue diagnosticada tras su muerte.

Los médicos poco podían hacer para tratarla. Se hicieron plegarias, se exhortó a la abstinencia, se persiguió a las prostitutas, y se buscó a San Dionisio como patrono de los sifilíticos. El mal venéreo era un castigo contra los excesos sexuales, por ellos se afirmaba “el cuerpo se debilita y finalmente enferma”.

Nada se sabía aún de los organismos infecciosos. Se llegó inclusive a confundir la blenorragia con la sífilis. Se pensaba que aquélla era un síntoma precoz de ésta. Hunter, quien en el siglo XVIII defendió esta idea, se inoculó secreciones uretrales gonocóccicas, adquirió la sífilis y murió de un aneurisma convencido de su error. Solamente hasta 1800 Philip Reicort estudiando en París más de mil casos, demostró que lúes y gonorrea eran enfermedades diferentes.

Las casas de baño, que las había para el pueblo y para nobles y caballeros, fueron sitio ideal de transmisión y terminaron por cerrarse: los europeos no volvieron a bañarse.

Clasificada la sífilis como sarna maligna o venenosa, encontró un primer tratamiento en las pomadas mercuriales que se usaban contra la escabiosis. Se aplicaban por todo el cuerpo en "cámaras de sudor" llegando hasta la intoxicación. Eran los síntomas generales de ésta tan severos, que muchos afectados por la enfermedad Gálica preferían la muerte.

Si en el Nuevo Mundo, se pensaba, se encontró el mal, en él podía estar el remedio. Las infusiones con madera del guaiac, usadas por los indios, pronto fueron importadas. Aunque de nada sirvieron, grandes cargamentos del árbol llegaron a Europa a considerable precio. La prescribían los médicos, mientras los barberos, trataban a los pobres con la pomada mercurial.

Para los inmigrantes enfermos se impuso la expulsión, para los naturales la reclusión en lazaretos. Por primera vez los leprosos podían sentir repulsión de los afectados por otra enfermedad. Nacieron entonces para no juntarlos, las "casas de viruelas".

La primera oleada de sífilis fue maligna y mortal, luego se atenuó llegando a ser su curso clínico semejante al de nuestros días. Por ello tardó en relacionarse su presencia con las graves afecciones de la enfermedad tardía. Se le perdió el miedo por "curar" espontáneamente. En el siglo XVII se le llamó la "enfermedad galante" y hasta cierto orgullo se sintió al sufrirla: "Si hasta el mismo Rey Sol la había padecido...". Con guantes, pelucas y maquillaje se ocultaban sus estigmas. Pero la mala salud y el envejecimiento y la muerte prematura causaron de nuevo alarma: "si no temes a Dios, témele a la sífilis".

Tras muchos intentos frustrados por descubrir el agente causal, en 1905 Fritz Schaudinn presentó a la Sociedad Médica de Berlín al responsable: la espiroqueta. Era tan pálida y pequeña, y se teñía tan poco, que había escapado a la vista de quienes hasta entonces trataban de encontrarla. Sólo la vista más aguda, valida de la coloración de Gimsa y de los mejores microscopios podía observarla. De su aspecto tenue derivó el nombre de la especie: Pallida. Wassermann, Neisser y Bruck en 1906 describieron la primera reacción serológica para diagnosticar la sífilis. Paul Ehrlich introdujo cuatro años después el Salvarsán, que aunque no curaba, si impedía el contagio y eliminaba las lesiones cutáneas. Pero la enfermedad tardía finalmente emergía llevando a la demencia; pasando antes, como se afirmaba al ver la producción magnífica de tantos pintores, músicos, poetas y pensadores que la padecieron, por un período de genialidad.

El control llegó finalmente con la Penicilina. Su advenimiento fue recibido con júbilo, tanto, que el American Journal of Veneral Disease, dejó por "innecesario" de publicarse en los años cincuenta. Pero la enfermedad arremetió de nuevo, un año después.


BIBLIOGRAFÍA
1. David Charles. Sífilis. En Clínicas Obstétricas y Ginecológicas 1983; 1: 143, 149
2. Diccionario terminológico de ciencias médicas. 11ª. Ed. Barcelona: Salvat Editores S.A. 1974: 1073p
3. Glascheib H.S. El Laberinto de la medicina. Barcelona: Ediciones Destino. 1964: 30-50, 40 (ilustración),
4. Laín Estralgo Pedro. Historia universal de la medicina. 1a. Ed. Barcelona: Salvat Editores. 1980: Tomo 7, 130, 276, 277
5. Nuevo Espasa ilustrado 2000, España: Espasa - Calpe S.A. 1999: 1832p
6. Orosco M. Beatriz. La sífilis: una enfermedad tan antigua como vigente. Medicina & Laboratorio, 1998; 8:4: 187-189
7. Pedro-Pons Agustin. Tratado de patología y clínica médicas. 2a. Ed. Barcelona: Salvat Editores, 1960: Tomo VI, 5, 7
8. Pequeño Larousse Ilustrado, Bogotá: Ed. Larousse. 1999: 1830p
9. Pfeiffer John. La célula. En Colección Científica de Life. México: Ed. Offset Multicolor SA. 1965: 200p
10. Phair S, Warren P. Enfermedades infecciosas. 5ª. Ed. México: Ed. McGraw Hill Interamericana. 1998: 3
11. Sigerist Henry. Los grandes médicos. Barcelona: Ediciones Ave. 1949: 74 (ilustración), 154, 172
12. Spence Michael, Gonococia, en Clínicas obstétricas y ginecológicas 1983; 1:128
13. Von Drigalski, Wilhelm. Hombres contra microbios. Barcelona: Editorial Labor. 223-226

LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Del oscurantismo al conocimiento de las enfermedades infecciosas")

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¡ ATRÁS LA COBARDIA ! *

Sólo cuando la Colombia que se dice buena decida despojarse de su cómplice y reprochable cobardía, podrá la patria reencontrase con la senda perdida de la paz y la grandeza. Cuando el pueblo entero sea ante el criminal acusador y altivo, mas no implorante, y la autoridad se ejerza con valor para someter al delincuente sin vacilación ni concesiones, los violentos de todas las pelambres estarán perdiendo su mísera batalla.

Ante el delito común, o la barbarie narcoterrorista y subversiva, de nada valen desgarradoras demostraciones de dolor y tímidas censuras. Ante la flaqueza colectiva, las pocas voces valerosas seguirán condenadas a la muerte.

De El Espectador, centenario defensor de pulcros ideales, de nuestros mártires recientes, cuya sangre brutalmente vertieron los mismos criminales que hoy seguimos enfrentando, recibamos el ejemplo de su inmaculado y valerosos proceder, y a su huella unamos nuestra huella para rescatar a Colombia de su sórdido presente.

Quiera el cielo transmutar la cobardía de tanta gente “buena”, con el delito permisiva, e incapaz de anteponer a su vida dignidad, principios e ideales.


* No ha sido el coraje un rasgo que copiosamente brote entre los colombianos. El rechazo al criminal habitualmente muere en el terror que sus represalias le generan. Los valientes suelen luchar en solitario y morir acribillados. A la ausencia de una conducta colectiva y valerosa hace referencia el escrito del autor del blog que fue publicado en el diario colombiano El Espectador en mayo 19 de 1991 (pág. 4A)

LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Epistolario periodístico y otros escritos")

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jueves, 3 de abril de 2008

AMO

Amo tus labios
que me hablan con dulzura,
alimentando mis sueños
de esperanza.

Amo tu voz
que rompe los silencios
cargados de ausencia
y de nostalgia.

Amo tus ojos,
en que añora perderse
mi mirada.

Amo tu risa,
y esa sonrisa
que me da la vida.

Amo tus manos,
angelical contacto
que irradia la ternura.

Amo el pensamiento
que inspirará tu pluma
cuando mi alma
al infinito viaje.

Amo tu corazón y tu promesa
que dejará en mis manos,
-inertes-
tu rosa predilecta.

Amo tu cuerpo,
amo tu alma,
amo todo tu ser...
maravilloso.

LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Poemas de amor y ausencia”)


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