viernes, 18 de julio de 2008

ATARDECER

De gris se tiñe el infinito azul en el ocaso
y a ras del horizonte el sol estalla en llamarada.

Trazos caprichosos pincela la ardorosa flama,
acuarela fantástica que encierra
del naranja al rojo todos los matices.
Cortejo que despide al día
que comienza a morir entre tinieblas.

En la tenuidad se pierde la lucidez de las figuras
y entre penumbras,
las siluetas se confunden con sus sombras,
mientras Selene despliega su apacible manto
sobre una creación adormecida.


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Del amor, de la razón y los sentidos")


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EL MICROSCOPIO

El microscopio, "lente para pulgas" como fue en sus comienzos denominado, fue inventado 18 años antes que el telescopio, en 1590 por el holandés Zacarías Janssen, o acaso por su padre Hans Janssen. Sin embargo tardó más que éste en emplearse. El universo lejano seducía más al hombre que la observación del microcosmos. Pero los estudios de Kircher, Hooke y Leeuwenhoek, despertaron el interés por el instrumento, y finalizando el siglo XVII dejó de ser una rareza. Muchos años había tardado el hombre en enfocar los organismos invisibles. El libro del científico inglés Robert Hook “Micrographia”, fue el primero en documentar el mundo microscópico. Las pequeñas cavidades que él descubrió en el corcho “como pequeñas células”, dieron su nombre a la unidad básica de la vida.

Aunque controvertido su descubrimiento, el jesuita Athanasius Kircher parece haberse adelantado a Leeuwenhoek al observar en 1659 con su rudimentario microscopio de 32 aumentos diminutos "gusanos" en la sangre de pacientes con peste. Revivió la teoría del “contagium animatum”, sin embargo eran apenas los glóbulos de la sangre. Fue a Anton van Leeuwenhoek (1632-1723), constructor de lentes holandés, a quien correspondió toda la gloria en el perfeccionamiento del microscopio y la observación de los primeros seres invisibles: microorganismos y protozoos.

El mundo microscópico fue la pasión de Leeuwenhoek, de una vida que duró 91 años y que hasta sus últimos momentos estuvo consagrado a un fiel e inusual epistolario con la Sociedad Real de Londres, que más parece el diario público de sus inquietudes científicas. De esas primeras cartas podemos recoger sus impresiones por el fascinante descubrimiento de las bacterias en una gota de lluvia: “Se detienen, permanecen inmóviles como si fuesen puntos, y luego se dan vuelta con la rapidez de un trompo, siendo la circunferencia que describen no mayor que la de un grano de arena”.

Con su microscopio de 200 aumentos confirmó en la cola de un renacuajo la circulación de la sangre descrita por Harvey y en 1683, descubrió las bacterias en su propia lengua, en la saliva y en el moco intestinal. Hallazgos que le dieron el crédito del descubrimiento de la flora normal del cuerpo humano.

Pero las características de aquellos primeros microscopios no eran las óptimas para la investigación bacteriológica. Deformaban habitualmente el objeto, no proporcionaban el aumento suficiente ni proveían la luz necesaria. Además adolecían de la aberración cromática, produciendo anillos de colores alrededor del objeto examinado, producto de la descomposición de la luz. En la segunda década del siglo XIX se dispuso de microscopios acromáticos como el del italiano Giovanni Battista Amici, en 1817, conseguido tras la elaboración de los primeros lentes acromáticos por el mecánico inglés Dollond, basado en los estudios del físico sueco Samuel Klingenstierna (1698-1765).

Importantes avances fueron introducidos en Jena por Karl Zeiss y Ernst Abbe. Karl Zeiss, mecánico ingenioso acudió al físico Abbe para evitar que sólo por azar se construyeran microscopios de calidad. Su asociación
permitió superar la fabricación artesanal con precisión física. En 1873 construyó Abbe el primer microscopio con condensador que permitió ver con claridad los microorganismos, luego introdujo el sistema de inmersión lo que les dio a los microscopios una resolución sorprendente, y cuyo precursor fue la lente de inmersión de Amici en 1840.

El trabajo de Abbe y Zeiss se vio enriquecido con los aportes de Robert Koch, quien ansioso de conseguir una visión óptima de los microorganismos, los visitó en Jena cuando desarrollaba su investigación sobre el carbunco. Después de aquel encuentro, se perfeccionó el microscopio, se introdujo un dispositivo de iluminación bajo la platina del microscopio y Koch pudo observar con nitidez los bacilos del carbunco en los cuerpos infectados de los animales, ya no sólo en su sangre, sino en muchos de los tejidos. Con los adelantos introducidos por Abbe y Koch los microscopios hicieron posible observar con 1000 a 1500 aumentos. Estos progresos de la microscopía le permitieron al sabio alemán ver unos años después, en 1878, unos organismos mucho más pequeños, los causantes de la sepsis postoperatoria. Luego pudo retratarlos cuando aplicó la fotografía a sus investigaciones con el microscopio. Fue Koch el primero y más entusiasta abanderado de la microfotografía.

Con la utilización del microscopio comenzó a develarse el misterio de las enfermedades infecciosas. Dos siglos transcurrieron desde las primeras observaciones hasta que aquellos diminutos organismos pudieron ser aislados, y uno más hasta el invento fabuloso de Ruska, Kausche y Borries en 1937, el microscopio electrónico, con el que fue posible observar los más diminutos agentes responsables de las enfermedades infecciosas, los virus, y las estructuras de las alguna vez imperceptibles bacterias.


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LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Del oscurantismo al conocimiento de las enfermedades infecciosas")

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