jueves, 30 de septiembre de 2010

EN DEFENSA DE UN PERIODISMO IMPARCIAL*

La identidad de El Espectador con los principios de su fundador, constituyen para el lector la mejor garantía de su imparcialidad. En un momento crucial para el destino del país, su actitud prudente confirma su fidelidad en la defensa de la Patria y de los principios liberales.

Entre los encontrados sentimientos de Antonio Panneso** y ‘Lorenzo Madrigal’***, encarnación de las inclinaciones más opuestas, hay tal diversidad de respetables pareceres sobre el comportamiento del primer magistrado, que su acogida en las páginas de El Espectador lo reafirman como tribuna objetiva y libre del pensamiento.

La presentación de los hechos, por vergonzosos que sean, sin deformaciones maliciosas, no constituye desafuero periodístico que pueda censurarse, menos aún la difusión de las encontradas opiniones de los colaboradores del periódico. En los lectores ofendidos con el tratamiento imparcial de la opinión y la noticia descubro en cambio cierta ofuscación divorciada de todo intelectual razonamiento y precedida por apasionados sentimientos.

El penoso proceso que se sigue al presidente no debe entenderse como el enjuiciamiento al ideario de un partido sino como el juicio a un ciudadano en quien recaen graves indicios de haber transgredido normas éticas y legales, juicio que por el alto cargo que ocupa el encausado tocará con su fallo el prestigio de Colombia.

Para todo liberal sensato, pesa hoy más la suerte y el buen nombre de la Patria, que el destino de su presidente. Ojalá la Cámara de Representantes a pesar de su pobreza conceptual, jurídica y oratoria permita a la verdad salir de su laberinto.


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Epistolario periodístico y otros escritos")

* Esta nota fue publicada en el diario colombiano El Espectador, el 12 junio de 1996 (pág. 4A), y hacía referencia al trato periodístico del juzgamiento del entonces presidente Samper por los aportes de dinero del narcotráfico a su campaña. El suceso polarizó al país y enfrentó agriamente a defensores como a fustigadores del presidente. El Espectador fue generoso al ceder espacio a las diferentes opiniones, imparcial y respetuoso con tantos pareceres.

** Columnista de El Espectador

*** Seudónimo del columnista y caricaturista de El Espectador Héctor Osuna.


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viernes, 24 de septiembre de 2010

CUANDO A MI LADO ESTÁS

Cuando a mi lado estás,
nada me falta,
eres aliento para seguir viviendo.

Cuando a mi lado estás,
mis pugnas olvido con el mundo,
tu cercanía calma mis ansias
de rebelión y de pendencia.

Cuando a mi lado estás,
hasta la muerte pierde trascendencia,
¿Para que anhelar su paz,
si la felicidad puedes brindarme?

Cuando a mi lado estás,
no existe el dolor ni el sufrimiento:
mi mayor dolor es añorarte.

Cuando a mi lado estás,
mis sentidos todo lo perciben bello,
y en tu ausencia
el mundo
no tiene fundamento.

Cuando a mi lado estás,
la insatisfacción no existe,
se olvida la razón de mis reparos,
sólo sueña el corazón en poseerte.

Cuando a mi lado estás,
todo es sereno,
eres la calma que domina
la tempestad de mis afectos.

Cuando a mi lado estás...
¡ Nada me falta !

LUIS MARÍA MURILLO SARMIENTO ("Poemas de amor y ausencia")

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viernes, 17 de septiembre de 2010

MI PENSAMIENTO, UN GRITO QUE SUBLEVA

Necesito alzar mi voz al infinito,
que mi pensamiento vuele por los aires,
que la conciencia cósmica lo abrigue,
que cause desazón y que subleve,
que interrumpa el letargo de los hombres,
que aceptan las verdades sin juzgarlas,
que derribe los bastiones de la infamia,
que derrumbe a los déspotas,
que ensalce a los humildes,
que inflame el corazón de los cobardes,
que aliente el corazón de los valientes,
que redima al hombre resignado
arrasando con toda servidumbre.
Que exalte la libertad y la razón,
rebajadas por los amos
del poder y la fortuna.


LUIS MARÍA MURILLO SARMIENTO ("Intermezzo poético")

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viernes, 10 de septiembre de 2010

¿TERMINÉ AMANDO LA VIDA?

Si todo estaba siendo objeto de mi análisis, no estaba de más que juzgara mi culpa en la enfermedad que me llevaría a la muerte. Inobjetable era mi falta, había abandonado por años los controles. ¿Pero acaso no tenía motivo para hacerlo cuando tantas biopsias benignas me habían tranquilizado? Tarde vine a saber que la metaplasia colónica del último fragmento de estómago que me estudiaron era un paso al cáncer gástrico. El especialista me habría alertado si en vez de archivar el informe se lo hubiera presentado. Y no lo hice porque también decía que no había malignidad en la muestra examinada. En fin, ¡así debían pasar las cosas! Pues hasta las verduras que poco me gustaban las incluí en mi dieta. Y los medicamentos nunca me faltaron. La cimetidina, la ranitidina, el omeprazol, el sucralfate, la metoclopramida y todos los antiácidos daban fe de que tampoco fui tan negligente. En ausencia de controles yo mismo me los formulaba. Y aunque me recriminaron la autoformulación, ningún médico pudo refutarme que la prescripción fuera correcta. «Se creyó tan docto recetándose –me dijo alguno– que pasó por alto que sólo una parte del manejo de la enfermedad era la fórmula».
De todas formas, no tenía porque quejarme; muchas veces había expresado el desprecio por la vida. No había sido grande mi apego a la existencia, hasta recuerdo cuando recitaba con rebeldía los versos de León de Greiff, como si fueran míos:
«Juego mi vida,
cambio mi vida.
De todos modos
la llevo perdida.»
Los repetí mil veces, considerándola un bien sin importancia. Pero a fuerza de vivir terminé cogiéndole cariño. La había colmado de pretextos y motivos, y sentía tristeza de dejarlos huérfanos. Ahora me ataban los quehaceres a que me había entregado para entretenerme, mientras llegaba la hora de partir. Había sido un buen discípulo de Chalmers para quien la dicha consistía en tener qué hacer, a quién amar y algo qué esperar.
Pensé en la muerte de mis seres queridos, en las hipotéticas y en las reales. Y particularmente recordé el accidente de mi hija, cuando creí que la perdía. Qué alegría que las cosas se dieron al derecho. No tienen porque anteceder en la muerte los hijos a los padres. Pasado la angustia inicial del accidente, mi dolor se fue atenuando al entender que no era yo Dios para cambiar los hilos del destino, y que todo ser humano tiene un final inexorable, del que ni Eleonora escaparía. Entendí que mi dolor más que por ella era por mí. Sufría porque ella pudiera abandonarme. ¡Y con ese egoísmo nos atrevemos a decir que sufrimos porque amamos! Para que hubiera amor auténtico en ese instante amargo, lo que debía importarme era haberle dado afecto, haber cumplido a cabalidad mis obligaciones como padre, haberla hecho feliz, haberle dado amor todos los días. Y si tenía que marcharse, que lo hiciera con la alegría de haber contado con un ser que no le había fallado. Pensé que podía sentirme triste si el destino se la llevaba para siempre, pero no abatido, pues a Dios gracias, creía que mi comportamiento era admirable. Que fuera lo que el Cielo dispusiera, al menos había paz en mi conciencia.


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Seguiré viviendo")

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sábado, 4 de septiembre de 2010

CARTA LIV: LA ESTUDIANTE RESULTÓ APLICADA

Octubre 20

Mi amor:

No alcanzo a imaginar en que puesto te tendría el destino si el matrimonio no hubiese cruzado por tu vida. Por él abandonaste lo que más querías, por su culpa tus estudios se quedaron truncos.

Tantos años después vuelves al dominio de los libros. Y te encuentro con más gusto y constancia que una aplicada adolescente. Que buen ejemplo tienen tus niños al tener una madre que anhela cultivarse. Te siento grandiosa, interpretando términos que son del dominio de los médicos. Te veo hermosa vistiendo ese uniforme blanco que te hace lucir tan diferente. Te veo importante maniobrando tu tensiómetro, practicando con sondas y jeringas o cargando libros de título llamativo bajo el brazo.

Y he de amarte mucho para disfrutar tanto como tú todas esas actividades que a la hora de la verdad le roban tiempo a nuestros arrumacos. Ese es un buen síntoma, porque el verdadero amor se mide en términos de desprendimiento.


Luis María Murillo Sarmiento ("Cartas a una amante")

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