lunes, 3 de junio de 2013

ANTIGUOS CONCEPTOS SOBRE LA ENFERMEDAD: LA TEORÍA DE LOS HUMORES

Tal vez para el hombre pocos horrores fueron comparables al devastador azote de las epidemias. El conocimiento de la transmisibilidad de estas enfermedades, tan evidente en apariencia, tardó en darse en la antigüedad.

En primera instancia buscó el hombre en la divinidad la causa de ese inexplicable y doloroso exterminio colectivo. Sin embargo conociendo la contagiosidad de las epidemias Hipócrates (460-377 a. C.) se opuso a concebirlas como castigo de los dioses y culpó al aire como responsable de su propagación. Galeno(130-210) perpetuaría este pensamiento. El historiador griego Tucídides (465-395 a. C.), contemporáneo de Hipócrates, había percibido la transmisibilidad de las infecciones de una a otra persona al observar el comportamiento de la peste en Atenas. Arataeus sostenía el concepto del organismo infectante invisible.

Otras culturas y probablemente toda la humanidad buscaron explicaciones y remedios a la peste. Medidas contra las epidemias y las enfermedades se conocieron en la antigüedad entre chinos, árabes, egipcios y judíos. Recordemos tan sólo la inspección de las carnes, la prohibición del cerdo y el pescado, la limpieza del vestido y las normas para la vida sexual. Entre los aborígenes de América la acción mágica y el embrujamiento dominaron la idea de la enfermedad, y en ellos basaron su tratamiento.

La avidez del hombre por conocer y dominar su mundo, hizo brotar innumerables teorías, entre las cuales la de los humores persistió hasta la proximidad de nuestra era. Ella se nutría de la doctrina defendida por Empédocles (siglo V a. C) sobre los cuatro elementos.

Los médicos antiguos explicaban la vida por la existencia de cuatro hieles o humores: el rojo de la sangre, el amarillo de la hiel, el blanco de las secreciones nasales y pulmonares y el negro del bazo. El exceso de cualquiera de ellos conducía a la enfermedad. Veían el exceso de la bilis blanca en los resfriados y concluían que las enfermedades por enfriamiento eran provocadas por el exceso de esa bilis. La fiebre de las infecciones era interpretada como la cocción del humor nocivo, eliminado a través del sudor. La fiebre era por tanto curativa. Una cocción más duradera daba lugar a la formación de pus.

Cuatro puertas de salida también describían para los cuatro humores: el sudor, la orina, la defecación y la sangría; ésta propiciada por el médico. Su bondad era defendida por un proceso natural: el período menstrual. La sangría fue procedimiento inherente a la medicina en muchas y distantes civilizaciones, como Babilonia, Egipto, Grecia y México. Para expulsar la enfermedad, a las sanguijuelas se unieron las lavativas, con la intención de expulsar por el intestino los humores excesivos. Terminaron por usarse en forma preventiva.

Intactas llegaron hasta el siglo XVIII estas prácticas antiguas. Sangrías y lavativas serían por muchos siglos el único tratamiento sin importar el origen y la naturaleza de la enfermedad. Fueron ellas obviamente la elección en todas las enfermedades infecciosas. Tan arraigada estuvo hasta el siglo XIX la práctica de la sangría, que entre 5 y 6 millones de sanguijuelas entre 1827 y 1836 fueron empleadas por los hospitales de París.

LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Del oscurantismo al conocimiento de las enfermedades infecciosas")

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