sábado, 25 de diciembre de 2010

ADVERSIDADES DE LA LEY 100*

Tal parece que las leyes las hacen quienes menos conocimiento tienen de los temas que discuten. Por ello no es extraño, que la bondad que en su esencia tiene la ley 100 sobre seguridad social, en la práctica esté convirtiendo en víctimas a quienes hoy son sus protagonistas.

Del debate que a esa ley hemos hecho la Asociación de Médicos Rosaristas y la Sociedad Colombiana de Anestesiología y Reanimación, queda la preocupante sensación de que so pena de practicarle profundas reformas acordes con la realidad, estará condenada al fracaso de sus bien intencionados fines.

¿Estimaron, acaso, los ponentes y legisladores que con exiguos presupuestos las deslumbrantes estadísticas de cobertura sólo se conseguirían con el sacrificio de la calidad asistencial? ¿Se previó tal vez la insatisfacción de los pacientes con la atención deficiente, o la de los trabajadores de la salud con los irrisorios honorarios? ¿Tuvieron tal vez ilustración alguna sobre las profundas diferencias que no pocas veces se presentan en el comportamiento biológico de los fármacos genéricos frente a los originales?

Definitivamente la sana idea de la competencia ha dado al traste con su más vergonzosa aplicación en el bien preciado de la salud humana, al competirse por la disminución de costos, mas no por la supremacía en la calidad de los servicios médicos. Por ello cada vez habrá en los consultorios menos tiempo para los enfermos, medicinas más baratas pero menos buenas, reactivos económicos de calidad dudosa, limitación de exámenes y procedimientos; verdadero negocio en que el hospital se transformó en empresa y el enfermo en cliente, y hasta la Superintendencia de Industria y Comercio, y no la de Salud -porque al comercio de la salud nos referimos-, sanciona a las sociedades científicas por establecer tarifas que afectan la "libre competencia" de las EPS**.

A que penosa situación hemos llegado al contribuir todos a la extinción de la medicina como apostolado, y a que el estado entregando a terceros el manejo de la salud, se deshaga de sus obligaciones. Conoce acaso la opinión pública que los hospitales públicos - verdadero alivio de los pobres- si no hacen brotar de su estrechez los recursos para sostenerse, estarán en 1997 en otras manos porque el Estado no piensa mantenerlos?

¿Cuando entenderán nuestros neoliberales que la salud da pérdidas, no es negocio y debe subsidiarse?


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Epistolario periodístico y otros escritos")

* Esta columna fue publicada en la Revista Colombiana de Responsabilidad Médico Legal (Vol 2 No.2, jul-dic. 1996).
Han pasado más de catorce años, pero sus afirmaciones a muchos parecerán que son de ahora; más cuando el gobierno del Presidente Santos acaba de presentar al Congreso colombiano un proyecto para reformar la salud, volviendo el tema nuevamente polémico y de actualidad.
Lo cierto es que el sistema recibe más de 35 billones de pesos al año, que pese a ser una cifra astronómica sigue resultando insuficiente. Y seguirán siéndolo en la medida en que la corrupción siga enquistada el sistema. Todos sus actores alguna responsabilidad tenemos en sus males. Ni qué decir de los funcionarios que asaltan al sistema o de las empresas de salud cuando pasan sobre la dignidad de los pacientes. Pero también los médicos, que muchas veces no damos un uso más racional a los recursos; y aquéllos pacientes, que son millones, y que rehúsan los pagos que les corresponden y fingen las condiciones requeridas para la salud subsidiada pese a contar con ingresos laborales.
¡Deplorable que todo el mundo busque la salud gratuita, mientras para el jolgorio no le faltan medios!
** Empresas Promotoras de Salud.


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viernes, 17 de diciembre de 2010

AMOR INALCANZABLE

Amor,
ensoñación de celestiales gozos,
añorada plenitud
que colma el alma,
enajenación de los sentidos
que al tiempo quisiéramos
arrebatar por siempre.

Expresión sublime,
divino mandamiento,
esquiva bendición,
que merecer quisiera
un sólo instante;
dulcísimo espejismo
del que a manos llenas,
atrapo la ternura,
sueño amoroso de un tacto femenino,
y de unos labios que enamorados
se juntan con los míos,
ilusión de un cuerpo grácil
que anhela mis caricias,
de una mujer...

Impertinente corazón,
¡no te ilusiones,
que ese edén no existe!
Es un amor imposible,
una gloria inalcanzable.

¡Mayor es el dolor
que la alegría soñada,
y menor la tristeza
cuando el alma ignora
que la dicha existe!

Angelical mujer que colmas mis sentidos,
a cambio de mi amor
nada pretendo,
el tierno reflejo de tu alma,
es suficiente para animar mi vida,
mientras la muerte advierte que la aguardo.

LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Del amor, de la razón y los sentidos")


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sábado, 11 de diciembre de 2010

PATRIA

Eres el suelo que guarda
el polvo de mis muertos,
y que hace temblar mi corazón
en la distancia.

Eres la historia que se confunde
con la historia de mi casta
y el porvenir que aguarda
la savia de mis deudos.

Eres la emoción que una nota marcial
convierte en lágrima;
ausencia hecha nostalgia
en la orfandad que nace en el exilio.

Eres el aire que se escapa en mis suspiros,
el mismo que aspiro en mis mañanas,
y el soplo vital que corre por mis venas.

Eres mi cuna y potencial mortaja,
feudo grandioso
que sin ser mi heredad
me pertenece.

Eres mi tradición y mis creencias,
mi forma de ser y de expresarme,
impronta y troquel,
mi sello hasta la muerte.

Eres el cielo que imagino propio
y el suelo en que no me siento extraño;
eres la exaltación que me convierte en héroe:
mártir dispuesto a lucir tu pabellón como sudario.

Eres urdimbre de recuerdos rancios,
memoria de gestas que me jactan,
invocación de mitos y leyendas,
evocación de infortunios y calvarios.

Eres la estirpe en que se hermana
el prohombre del busto patinado
y la humanidad del humilde ciudadano.

Eres en últimas…
el alma del terruño
confundida con su par en mis entrañas.


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Intermezzo poético – Razón y sentimiento")

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viernes, 3 de diciembre de 2010

JUICIOS DE DIOS Y DE LOS HOMBRES

«Aunque te hayas equivocado, si hubo por lo menos un motivo noble en tus acciones no tienes que afligirte». Le planteé de qué valían los sacrificios que otros practicaban y a los que me había rehusado por no considerarlos pertinentes. «No son inútiles –me dijo–. En este reino toda acción hecha con el convencimiento de estar actuando rectamente será recompensada. Pero las recompensas son íntimas y personales. Satisfacción es el nombre de la felicidad para quienes habitan este mundo. Desasosiego el de la desventura y la condena». Y me explicó que a más malos en la Tierra, más justos seríamos en el paraíso. «Las faltas se expían con el remordimiento, ese es aquí el único tormento. Ningún alma perversa es destruida. La contrición engendra bondad donde antes hubo infamia. El mundo no es cada vez peor, como presientes. Las almas que no comprenden allá el valor de la bondad, lo entienden aquí cuando el arrepentimiento les llega inexorablemente. Así los malos se vuelven virtuosos y los buenos siguen siendo buenos, porque el universo tiende a la perfección, aunque el alma en su dimensión humana no lo vea ni lo comprenda. Y recuerda que nada vale tanto como la intención, el resultado es algo secundario».
Desperté con la palabra intención entre los labios. También eso diferenciaba la justicia humana y la divina, pues ¿qué juez conoce en este mundo el sentimiento real de quienes juzga? ¿Y cuántos hombres están dispuestos a perdonar un daño sin intención causado, cuando habitamos un mundo en que la expiación vengadora y la compensación económica son los medios para lavar las faltas? El sueño parecía una revelación divina que daba tranquilidad a cualquier mortal que debiera responder por los actos de toda su existencia. La condenación eterna a las tinieblas no tenía sustento. En mi visión pocos eran tan malos, pocos tan buenos, casi todos estaban en un espectro gris, oscilando entre los dos extremos.
Sentí satisfacción. No por haber pensado diferente, un poco en contravía de lo aceptado –que también me complacía–, sino por haber actuado en coherencia con mis pensamientos. Imaginé que igual de complacidos podrían estar mis contradictores más férreos en razón de su convencimiento. Parecía razonable: todos gracias a esa fidelidad estábamos a salvo. Era la sabiduría y la magnanimidad de Dios. Pero pensando en el origen de los sueños, creí que más que Dios, en ellos hablaba mi inconsciente. De todas maneras confronté el juicio del Creador con el de sus criaturas. Y me sirvió de ejemplo la intolerancia que algunos de mis lectores exhibían.
«Usted blasfema porque se siente a salvo. No lo imagino defendiendo con vehemencia sus incendiarios pensamientos cuando le llegue el momento de rendirle cuentas». Así decía el correo electrónico de un lector horrorizado con mis opiniones, que habría creído en la efectividad de su conjuro de haberse enterado de que meses después de su advertencia estaba lidiando con una enfermedad mortífera. Y a no ser que las notas fueran todas suyas, eran varios los interlocutores virtuales que afirmaban que tentaba la ira de Dios con mis ideas y que mis juicios me tenían más cerca del averno que del Cielo. Son los gajes de escribir. Y la muerte y la condena eterna son perfectas para intimidar a ingenuos y cobardes.
Contrario a lo que deseaba aquel lector, mi dolencia mortal no me hizo arrepentirme de mis pensamientos. Controvertir, poner en duda, más que un pecado es un don que no da Dios a todos los mortales. Dirán entonces que soy ante la muerte cínico, pero no voy a desdecirme. Buenas o malas mis acciones corrieron a la par con mis principios. ¡A pesar de mis errores he de marcharme con la mirada al frente! Tal vez encuentre en el más allá el premio o el castigo... mejor la nada, que aunque puede privarme de mejores cosas, me libra de riesgos más aciagos.


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Seguiré viviendo")

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