viernes, 11 de septiembre de 2009

LA HIGIENE PÚBLICA

En el siglo VI a. C. ya los romanos mediante la construcción de canales recogían las aguas negras de la ciudad para verterlas en el Tíber. En el siglo IV también llevaban, mediante acueducto, agua pura de la montaña a la ciudad.

Griegos y romanos consiguieron un gran desarrollo de la higiene en la antigüedad, pero al llegar la Edad Media, con la supremacía del alma, fue tornándose en innecesario el baño, el ejercicio y los cuidados corporales y los acueductos perdieron su importancia. Pero las grandes epidemias obligaron de nuevo a Europa a la acción sanitaria. La tuberculosis, el sarampión, la peste, la viruela, la malaria, el tifus exantemático, la fiebre puerperal fueron flagelos bien recordados de la época.

Abanderado del razonable criterio de prevenir en vez de curar fue Johann Peter Frank (1745-1821), médico relevante de la ciencia del siglo XVIII. Propuso la idea de una policía sanitaria, de un estado que dictara normas para proteger a sus súbditos, criterio que riñó con las concepciones filosóficas de la época, ansiosas de libertad en los albores de la revolución francesa. Filósofos, como Rousseau, se opusieron a aquél parecer convencidos de que “de arriba no puede venir nada bueno.” Apreciado en Baden, Göttingen, Pavía, Viena, San Petesburgo, también recibió Frank, de Napoleón, el ofrecimiento para instalarse en Paris.

La obra de Frank tocó muchos temas, molestó a ciertas clases sociales y agredió la libertad con sus normas rigurosas.

Convencido de la necesidad del control de las enfermedades venéreas, aceptadas como inevitables, e interpretadas entonces como las “flechas envenenadas de Venus, cuyas heridas cura Cupido”, propuso poner a las prostitutas bajo vigilancia en los cuarteles y obligarlas a recibir tratamiento, aunque efectivo no había ninguno. También instó a que toda persona con este tipo de enfermedades viviera separada hasta ofrecer la seguridad de su curación. Lo seis tomos de su obra, sucedidos unos a otros en el transcurso de muchos años, no dejaron materia de higiene por tratar. Pero muerto Frank, el poder policíaco se debilitó y el movimiento higiénico vio encumbrase una nueva revolución que lo eclipsaba, la revolución industrial.

La revolución industrial llevó al hacinamiento del hombre en los sitios de trabajo y propició con tan pésimas condiciones higiénicas la reactivación de las enfermedades contagiosas y de las grandes epidemias. Inglaterra, el país más industrializado, debió convertirse también en pionero de la higiene pública. Así promulgó en 1848 la “Ley para la mejora de la sanidad pública”, construyó acueductos y canales, y dio inicio a la vigilancia de los alimentos.

El estudio del agua fue fundamental en el control de las infecciones. Koch había demostrado como el cólera, la enfermedad que más hacía tomar conciencia de la higiene, se diseminaba por el agua. Las heces del enfermo contaminaban la tierra, ésta al agua y el agua a las personas.

Max Josef von Pettenkofer (1818 – 1901), químico de Múnich y padre de la higiene experimental, estudio las vestimentas, los alimentos, las viviendas, la iluminación, los excrementos, las inhumaciones y muchos otros factores en busca de la influencia del ambiente sobre la salud del hombre. Sin embargo, se opuso a la teoría de Koch sobre la propagación del cólera. Mientras Koch y los ‘contagionistas’ defendían la desinfección de los excrementos, el aislamiento del enfermo y la vigilancia del agua potable, los ‘localistas’ con Pettenkofer a la cabeza proponían el saneamiento del suelo al que consideraban punto de partida de la enfermedad. Era el suelo, según la teoría localista, más que el enfermo de cólera, el origen de las epidemias. “Las bacterias debían madurar en el exterior antes de causar enfermedades en el hombre”. Ellas pasan al suelo, explicaba Pettenkofer, donde maduran si está seco y elevándose al aire con el polvo, terminaban infectando al ser humano. No cabía en su teoría posibilidad alguna para que la enfermedad se trasmitiera directamente del individuo enfermo al individuo sano. Queriendo controvertir la hipótesis de Koch según la cual los bacilos coléricos debían ser la única causa de la enfermedad, Pettenkofer pidió a aquél un cultivo puro de cólera, Koch intuyendo sus intenciones le proporcionó el menos virulento, y Pettenkofer ingirió un centímetro cúbico de bacilos, con tan buena suerte que que solamente enfermó de poca gravedad. Ya había padecido el cólera en 1854. Con el experimento retrasó el triunfo de la teoría contagionista. Definitivamente había fenómenos naturales en el huésped que ayudaban a resistir la infección.

El papel del agua infectada era indiscutible, sin embrago Pettenkofer trataba de explicar el extraño comportamiento del cólera que a veces se propagaba con inusitada celeridad y en otros no desarrollaba epidemia. Al fin y al cabo ya se había demostrado que en la fiebre tifoidea, las aguas y el suelo podían aparecer libres del germen causal a pesar de haber sido contaminadas, como si ellas mismas se hubieran purificado.

Por su extensa difusión como por la mortalidad tan elevada que causaba, el cólera fue el prototipo de enfermedad que más urgentes medidas exigió a la salud pública. Esclarecido su origen y su epidemiología, qué fáciles parecieron las medidas para prevenirlo. Surgido el brote, se debía proceder a la búsqueda del foco, al aislamiento de los enfermos y a la desinfección de sus excrementos, medidas que debían ser complementadas con la sana costumbre de hervir el agua y con la construcción de acueductos que transportaran agua potable y alcantarillados para recoger las aguas negras. Todas estas normas propuestas por Koch fueron paulatinamente incorporadas por los países en sus leyes contra las epidemias; convirtiéndose en ocasiones, en reglamentaciones severas y estrictas, de las que Koch, a diferencia de Frank, era poco amigo, respetuoso como fue de no fastidiar a las personas.


BIBLIOGRAFÍA
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6. Von Drigalski, Wilhelm. Hombres contra microbios. Barcelona: Editorial Labor. 219-221, 275 (ilustración)


Luis María Murillo Sarmiento ("Del oscurantismo al conocimiento de las enfermedades infecciosas")

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