miércoles, 5 de diciembre de 2012

MI MUNDO VIEJO

A LAS CALLES BOGOTANAS DE MI INFANCIA

Mundo añejo
latente en los recuerdos de mi infancia
y colosal en la memoria del infante.
Mundo ciclópeo para los pequeños pasos
de mis cortos años.
Mundo para mi diminuta dimensión enorme:
ilusa percepción
que hacía ver grandes las calles
y las casas de mi cuadra.

Universo amado
que la mágica paleta del recuerdo
vuelve a pintar ante mis ojos
con realidad de antaño.
Mundo desvanecido,
por la severidad del tiempo,
que vuelve a cruzarse por mi lado.

Ya no es el mismo que mora en mi recuerdo.
Las calles amplias se volvieron callejones,
ya no son mansiones las inmensas casas.
Y siguen siendo, empero,
las mismas construcciones.
No cambio su perfil ni su tamaño,
solo mi percepción turbada por el tiempo.
Creció mi ser y se volvió de miniatura
el orbe de mi infancia.

Otro, hoy, es el hombre,
otros son los actores del presente.
Pero más allá de las fachadas vetustas
y los frentes trastocados,
cual fantasmas deambulan por mi mente,
los seres de ese mundo remoto… envejecido.

Y a pesar de sentirlo en franca decadencia
mi corazón palpita con el ímpetu
de los sueños que el ayer reviven.
En su emoción mis ojos le devuelven
el brillo del pasado
y en su retina ensoñada
las calles de mi niñez
vuelven a ser doradas.
Regresan de su descanso plácido las almas
y de nuevo caminan a mi lado,
las primaveras se desandan
y vuelvo a jugar con los niños de mi cuadra,
de nuevo repica la campana
que invita a la iglesia de la esquina,
y la pólvora que hacíamos tronar en las novenas
retumba de nuevo para proclamar las nochebuenas.

Un día el progreso
arrasará ese mi mundo.
Se perderá su huella,
se perderá su historia.
Se perderá el recuerdo
y toda lágrima que exprese su nostalgia.

Testigo y deudo
solo seré un espectro:
un espíritu más
que en su ciclo mortal
atravesó esas cuadras.

LUIS MARÍA MURILLO SARMIENTO