domingo, 2 de mayo de 2010

LA ESPERANZA DE AMAR NUNCA SUCUMBE

En la nostálgica evocación de mis pasiones,
una estampa de mujer
revive los goces más sublimes.
En la añoranza de sus dichas
los gozos amenazan mi prudencia:
la promesa de reprimir mis sentimientos.

¿De qué vale ante el llamado del amor
la intención de escapar a sus espinas?
Los juramentos en el amor son insensatos:
en un arrebato de placer somos perjuros.
Más pesan las ansias de amar
que las acerbas cicatrices del pasado.

Entonces tú,
que te imaginas a mi vista indiferente
comienzas a obrar el milagro del romance:
siento tu voz anidada en mis silencios
y advierto de tu imagen los fulgores
-los destellos que arrasen mi sino de tinieblas-,
y veo tu ser paliando mis congojas,
en la maravillosa invención de mi esperanza.

Siento entonces que en tus ojos expiran mis afanes,
porque breve presiento la eternidad
para extasiarme en ellos.
Y advierto que mi sed precisa de tus labios,
-de un manantial que sacie las dichas postergadas-,
y adivino en tu cuerpo el calor
que un día se marchó con el olvido.
Y vuelvo a percibir el aura tibia,
de las almas que ayer me enamoraron.

Estoy vencido:
siento tu ausencia y nunca has sido mía,
siento tus besos, ilusión tan solo:
ardiente pretensión de mi utopía.
Y te hablo sin pudor,
resuelto y temerario,
al abrigo de las fantasías
que audaces en mis sueños te reclaman,
porque en la realidad mi arrojo es indeciso,
temen mis suspiros quedar al descubierto,
los goces de tu piel me están vedados,
debo aquietar de reojo las ansias de mirarte.

¡Crece entonces, prodigiosa ilusión,
para que pueda por fin
proclamar mi sentimiento!


LUIS MARÍA MURILLO SARMIENTO ("Intermezzo poético")

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