Querida amiga:
Yo que sueño aún con ideales, no me dejo seducir por los prejuicios. Sé más que nadie, que la perfección en la realidad no existe. Sólo nos resultan perfectas las personas cuando nuestra percepción por el filtro del amor se distorsiona.
Amiga mía, a pesar de tu infortunado origen, de tus desventuras, de tu pobreza, de tus frustradas relaciones, de tu separación y de tus hijos, me sigues atrayendo. Tus problemas difícilmente impedirán que me aproxime. Los tiempos en que soñé con mujeres vírgenes y sin pasado, años ha, los sepulté, hastiado de creencias obsoletas.
La dicha que las mujeres más dignas y encumbradas me dejaron fue paradójicamente tasada en proporción inversa a sus virtudes. Tal vez la castidad y la bondad son antagónicas. Las que se proclamaron intachables poca bondad me demostraron. Tanta pureza no garantiza los buenos sentimientos.
Es propio del hombre ser presa de la forma, interesarse demasiado por lo externo, ostentar, no ser; vivir subyugado a la apariencia. Quien más proclama su virtud, menos la tiene. Los años me dieron perspicacia, y en la castidad lo primero que encuentro es apariencia.
LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Cartas a una amante")
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