sábado, 3 de julio de 2010

CARTAS LII: UNA TARDE GRIS

Octubre 16

Paolita:

No es ésta una tarde corriente, así esté sentado, como siempre, frente al computador, tratando de escribirte. No es la alegría, sino la soledad y el desconcierto, los motivos que animan este escrito. Sé al menos, por una vecina, que viajaste.

Un vacío estremece mis sentidos. Mi mirada vuela al infinito. Ni siquiera el cielo me brinda su azul reconfortante, las nubes tras su espesura lo refunden. Sus caprichosas formas tiñen de un gris de ausencia la tarde y se anuncia una noche prematura.

Adivino el viento por la forma en que desplaza y compacta los densos nubarrones. El ambiente es hostil y de nostalgia. Esos acariciantes copos que tanto me alegran cuando levitan en el cielo iluminado, están ausentes. Hoy son cúmulos negros, presagio de tormenta.

Mi mirada termina en el infinito, absorta, ausente. Escasamente repara en la realidad que tras el cristal asoma. Ya no está pendiente de los árboles, ni de las nubes, ni de las calles, ni de los transeúntes. Cuanto más ensimismada parece mi atención en ese mundo externo, más sumida está en realidad en el universo de mis sobresaltos. El vidrio de la ventana, martillado por la lluvia, opaco y sudoroso, ofrece tan poca nitidez del mundo, que toda mi atención naufraga irremediablemente en mis presentimientos.

Que hermosa es la certeza de saber que me piensas aunque te encuentres lejos, que alegre es saber serenamente que tu cariño es mío. Qué desesperante, en cambio, esta incertidumbre; este dolor -acaso apresurado- que te presiente perdida sin remedio, que teme que tus sentimientos estén en retirada.

Creo que escribo más para mí que para ti. ¿Será que llega a tus manos esta carta?



Luis María Murillo Sarmiento ("Cartas a una amante")

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