sábado, 6 de septiembre de 2008

EL ÚLTIMO PRÓLOGO

Todo en mi es pasado, poco o nada queda por vivir. Todo pertenece a los recuerdos, los hechos de hoy y del mañana. El futuro que queda lo escribiré en pasado porque ya tiene punto final el libro de mi vida. Evocar es mi destino; todo el tiempo está dispuesto para ello, y sin afanes. No tiene que pasar mi vida en un instante, tampoco toda tiene que desfilar ante mis ojos. Dosificada por mi memoria transcurre lentamente, enlentecida por las reflexiones que siempre la asaltaron. Porque reflexiones y pensamientos, más que hechos, fueron los que entretejieron la trama de mi vida.
No sé cuantos días le queden al péndulo de mi existencia, pero esta hospitalización tiene el sabor de una solemne despedida. Si me hubiera apresurado hubiera publicado mis memorias, pero siempre me interesó más escribir del mundo que de mis propias cosas. Pero quedan mis notas para quienes después de haber muerto quieran conocerme. No detallan lo material, ni dicen dónde nací, con quién crecí... ni el lugar, ni la hora de mi muerte. En cambio desnudan mis ideas, la auténtica fuente para saber quién fui. Porque el hombre es lo que piensa; y lo que piensa, lo que le sobrevive.
De todas formas mi mente briosa no comprende que un cuerpo escuálido y vencido la arrastre en su pendiente. Por eso la fuerza de mi pluma aún no se extingue, y sigue dando frutos al vaivén del ánimo de mis postreros días, azuzada por ideas propias del pensamiento de los moribundos. Y mientras baja el telón, se seguirá inspirando en los asuntos de siempre, en hechos cotidianos, en los recuerdos y las divagaciones, y hasta en los sueños que intentan conocer el rostro de la muerte.

LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Seguiré viviendo")

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