sábado, 6 de septiembre de 2008

NUESTRO TRÁNSITO CAÓTICO *

Mientras los cargos en la administración pública se sigan constituyendo en fortín con que se halaga al amigo o se pagan vergonzosas "contraprestaciones" políticas, sólo por azar podremos encontrar funcionarios idóneos en las dependencias del gobierno.

La saciedad de esas insanas ansias de poder, solamente dejan gestiones estériles, producto del desconocimiento y el desinterés por los problemas de la comunidad, y de la ausencia de conocimientos técnicos que provean las soluciones.

Bogotá, fiel reflejo de los males del país, padece entre sus muchas dolencias el caos vial más aterrador de su historia, generado en gran medida por la actitud negligente de las autoridades.

Con la idea del reciclaje, se arrasan grandes tramos de pavimento de importantes avenidas y con indolencia se causa daño a los vehículos y se prolongan por meses innecesarias congestiones.

A la Secretaria de Tránsito ha llegado un experto en trasportes con la intención de agilizar el tráfico. Desde ya podemos intuir que no lo logrará. No cuando a un problema tan complejo contribuye el desinterés de los agentes de tránsito, incapaces de controlar el instinto contraventor y criminal de tantos conductores de buses y camiones; y más cuando ellos mismos infringen las normas que deben hacer respetar y crean inimaginables obstrucciones como las de la autopista norte, con los lentísimos cortejos fúnebres que ahora encabezados por los mismos patrulleros se toman el más veloz de los carriles.

Si el Secretario no conoce ni a sus mismos subalternos, ¿cómo podría con su concurso implantar los correctivos?

Más fructíferos probablemente serían en los cargos públicos ciudadanos comunes que al menos conocen y padecen el caos de una ciudad intolerable y anárquica.


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Epistolario periodístico y otros escritos")

* Quince años después de publicada esta epístola en el diario colombiano El Espectador (agosto 3 de 1993, pág. 4A) los hechos referidos no han perdido actualidad. Sigue por ejemplo candente el tema del clientelismo político, el de la movilidad en Bogotá llegó a su punto más crítico, y hoy como ayer se siguen reparando con lentitud desesperante vías que no justifican costosos arreglos, mientras las más destrozadas siguen marginadas del mantenimiento necesario. Resulta de Perogrullo afirmar que la historia siempre se repite.



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