sábado, 10 de mayo de 2008

ABSURDO

Estrictos preceptos,
rígidas rutinas
se aprenden en la infancia
para que el mundo
nos haga prisioneros.

A disfrutar obliga
la hipócrita sociedad
que nos reprime
las disciplinas
que causan frustraciones.

Anteponer por siempre
al placer, el deber
sin motivos
que la razón sustente.

Vocación absurda
al sacrificio inútil,
apego a un orden
arbitrario y necio,
desquiciadoras normas
impuestas por los hombres,
expresiones fanáticas
a Dios atribuidas,
mandatos sin bondad
-fin esencial que todo justifica-
que del hombre atropellan
dignidad, libertad y sentimientos.

Vivir para el trabajo,
trabajar para vivir,
círculo sinfín,
absurdo de la vida.

Para el deber se vive
siempre postergando
satisfacciones íntimas,
goces profundos
que nutren
al espíritu sediento.

¿Por el trabajo sometido
puede el hombre
cultivar su espíritu?
¿Dedicarlo a la reflexión,
a la contemplación
de lo creado?
¿A la expresión
de sus íntimos talentos?
¿Nutrirlo con las cosas bellas?
Placeres elevados
o mundanos cercenados
por reglas sin sentido.

Que se extinga la flama de la vida,
que rechaza una existencia sojuzgada,
que perviva si a mi ser
permite realizarse.


LUIS MARIA MURILLO SARMIENTO ("Del amor, de la razón y los sentidos")


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